Las mujeres que han formado parte de las dotaciones de los buques, especialmente los de guerra, lo lograban gracias al vestuario utilizado en esa época, generalmente holgado
08 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Actualmente es totalmente normal encontrar mujeres desempeñando actividades a bordo de los barcos tanto militares como mercantes, sin ningún tipo de limitación, y de igual modo en buques de superficie como en submarinos, pero no siempre fue igual. Por ello es interesante recordar que en los apasionantes siglos XVII o XVIII, en la Armada como en el resto de las marinas estaba rigurosamente prohibido llevar mujeres a bordo y, en nuestro caso, tan solo se permitía el traslado de las familias cuando iban o regresaban de ultramar.
En el caso de la marinería británica siempre al referirse a la dotación se hace referencia a hombres de mar y guerra. Las mujeres tan solo se mencionan como pasaje, pero en raras ocasiones aparecen como protagonistas o formando parte activa en las diferentes expediciones o conquistas realizadas en dicha época.
Las mujeres que han formado parte de las dotaciones de los buques, especialmente los de guerra, lo lograban gracias al vestuario utilizado en esa época, generalmente holgado. Aunque puede parecer relativamente fácil, es importante reflexionar que debían de estar precavidas en todo momento. A modo de ejemplo podemos mencionar que los servidores de los cañones, aproximadamente diez por cada cañón, a la hora del combate se desvestían de las prendas superiores, al objeto de evitar infecciones que podían producirse al introducir en el organismo pedazos de trapo impulsados por las astillas del casco. Si fueran mujeres hubieran sido detectadas en la primera ocasión, esto probablemente explique que se las apañaran para no ir a este tipo de destino.
En este sentido, es importante mencionar la desconocida o quizás olvidada figura femenina de Isabel Barreto de Castro (1567-1612), que destacó brillantemente en la mar por su osadía y desprecio a la vida que representa haber tomado parte en la gesta que condujo su marido, Álvaro de Mendaña (descubridor de las Islas Salomón y de las Marquesas, en el Pacífico) y por ser la única mujer en la historia que ha ostentado el título de Almirante. Lo más impresionante de esta mujer desconocida es que, en aquel tiempo tan machista, en época de conquistadores, Isabel se atrevió a tener los mismos sueños que los hombres, algo posible gracias a que su padre la escogió como su preferida y la educó como a un varón, por lo que pudo tener armas, conocer la geografía y tener nociones de matemáticas, todo muy importante para navegar. Doña Isabel Barreto, pues, no fue una mujer como las demás, ya que vivió como un hombre de su tiempo: viajar más allá de los límites del mundo conocido; para ello se puso al mando de un navío y partió hacia la conquista de otros territorios.
No es extraño que esta fabulosa historia de la llamada «Reina de Saba de los Mares del Sur» se haya convertido en literatura; sin duda hay unos componentes reales que la hacen muy seductora, sobre todo el hecho de que sea una mujer la que realice esa proeza, pero luego hemos visto cómo hay otros componentes que nos proporcionan una forma de conocimiento que no es la histórica, sino la artística, la literaria, y que completa, diríamos, la visión histórica. Y todo ello nos invita a la reflexión sobre este personaje en una época extraordinaria en la que los límites entre la realidad y la ficción fueron sin duda sobrepasados por el ansia del cumplimiento de unos ideales. Y es que toda esta historia de Isabel Barreto está atravesada por la idea de un sueño, el ansia de una empresa de conquista, el sueño del español de una época en la que todo fue posible para España.
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