La temporada regular de observación y conteo se cierra con muy buenas cifras y el avistamiento de varias especies poco frecuentes en la zona o en peligro de extinción
13 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Los vientos (con predominio de norte y oeste) han favorecido el paso de aves marinas por Estaca de Bares en la temporada que arrancó el 1 de julio y finaliza ahora, como explica el ornitólogo coruñés Antonio Sandoval, miembro del equipo de voluntarios que llevan años contabilizando los ejemplares de las distintas especies que transitan por la zona. «Septiembre fue un mes estupendo, vimos 21 ejemplares de paíño de Leach, tras años sin ver ninguno, y 71 de gaviota de Sabine, en diferentes días. Y lo más interesante son las cifras obtenidas de especies comunes como la pardela pichoneta, que cría en las Islas Británicas y va hacia los mares frente a Argentina, Uruguay y Brasil; contamos 156.000, en torno al 14 % de la población mundial, 60.000 un solo día, era como un río de aves», relata.
Desde comienzos de octubre hasta el viernes, los ornitólogos congregados en el observatorio de Estaca avistaron 113.000 alcatraces, «otra cifra increíble», en opinión de Sandoval. Destaca la presencia de pardela balear, por tratarse de una de las dos especies más amenazadas de toda Europa. «Tiene una población mundial de 25.000 ejemplares, que va disminuyendo, y este año hemos contado 3.230», explica. Estos datos -disponibles, con el conjunto de registros, en la página www.seawatchingestaca.com/, con una media semanal de cuatro mil visitas- corresponden a 508 horas de observación y conteo en el punto más septentrional de la Península Ibérica.
«Es el mejor lugar de Europa para ver las migraciones de aves oceánicas», recalca el autor de ¿Para qué sirven las aves? o Las aves marinas de Estaca de Bares. Un diario personal. De ahí el interés suscitado entre ornitólogos de todo el continente, que viajan al litoral de Mañón año tras año. «Cada vez viene más gente y la mayoría repiten», subraya Sandoval. Antonio Martínez, uno de sus compañeros del equipo local de guardia, reconoce el privilegio de vivir en O Barqueiro, a menos de diez minutos de Estaca de Bares, para un apasionado de las aves. E incide en la labor de promoción de la zona que realizan a través de la web, atendiendo las consultas que reciben de otros países y regiones.
Finlandeses, británicos, holandeses, franceses, alemanes o belgas forman parte, junto a los aficionados de otros puntos del Estado (en los últimos días ha acudido un grupo de Andalucía), de esta singular familia, que realiza un seguimiento diario, desde finales de julio hasta principios de octubre, de las aves que pasan frente al cabo y la punta de Estaca de Bares, sin apoyo alguno por parte de las Administraciones.
Javier Pardo, gerente del hotel de naturaleza Semáforo de Bares, corrobora el impacto económico del turismo ornitológico. «La mayoría son extranjeros, del centro y el norte de Europa, con un poder adquisitivo alto, y suelen venir en septiembre, con estancias largas, de entre diez días y tres semanas. Son buenos clientes, que repiten y gastan», recalca. La hostelería local se beneficia del atractivo de Estaca de Bares para este tipo de viajeros.
El espectáculo que brinda el paso de aves oceánicas -con el otoño llegan las alcas, los araos, las gaviotas enanas o las tridáctilas, entre otras muchas especies- se enriquece con las sorpresas que depara el mar. «Este año he llegado a ver cinco ballenas juntas, rorcuales comunes y aliblancos, tres de ellas saltando a la vez, y al mismo tiempo un grupo de calderones y otro de delfines. Era como estar mirando el Serengueti marino», ilustra Sandoval.
La labor de observación, de la que salen estadísticas que han servido, entre otras cosas, para avalar la declaración de Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), como resalta Martínez, también revela efectos del cambio climático, como la tendencia a la baja del negrón común, «un pato marino que cada vez inverna más en Reino Unido y menos en la Península Ibérica», indica Sandoval. Igual que la presencia de pardelas cenicientas, especie que antes no criaba más al norte de las islas Berlengas (Portugal), y ahora se reproduce en A Coelleira, en la boca de la ría de Bares.