De Ferrol a Estaca de Bares: un paisaje que sorprende y seduce

FERROL

La naturaleza, la tranquilidad, la gastronomía e incluso el clima juegan a favor de la comarca, en opinión de los viajeros. El entorno y la mesa responden, pero hay carencias en comunicaciones, infraestructura hotelera o promoción turística

27 abr 2018 . Actualizado a las 00:18 h.

Los viajeros que recalan en la costa de Ferrolterra y Ortegal buscan «naturaleza, tranquilidad y gastronomía», por este u otro orden, en opinión de Mar López, responsable de la oficina de turismo de Cedeira desde hace 26 años. «E incluso el clima, porque hay gente de Andalucía o Madrid que viene escapando del calor y te dice ‘qué bien poder dormir con la manta’», destaca. El litoral, de Ferrol a Estaca de Bares, permite descubrir el mejor perfil de la comarca, un paisaje que siempre sorprende y seduce. «El que viene es raro que no repita», constata la experta cedeiresa.

La técnica de turismo Milagros Fraga, que lleva 12 años en la oficina municipal de Ortigueira, coincide en el diagnóstico. «La mayoría repiten y se convierten en prescriptores, funciona mucho el boca a boca [...]. Buscan lo único, la exclusividad, te preguntan por sitios a los que vas tú y no van los turistas... Y lo único es la experiencia, cómo la vives tú», sentencia. Para muchos visitantes «esta era la única zona que no conocían», comenta, en alusión a Ortegal, «porque habían llegado a Ferrol o a Viveiro y les quedaba este trocito, y les sorprende, se llevan una buena impresión».

«Quieren desconectar, como una pareja de sevillanos que ha venido esta semana huyendo de la Feria de Abril», comenta Francisco Javier Pardo, al frente del hotel de naturaleza Semáforo de Bares desde 2002. «Les llama la atención el paisaje y, en general, es gente respetuosa y concienciada con el medio ambiente», explica este coruñés de Monte Alto, que subraya el perfil urbano de la mayor parte de sus clientes.

«Paz y buenas viandas», clama un viajero. «Aquí piden, sobre todo, marisco y pescado, en especial el percebe [el de nuestra costa es el mejor, por el mar batido], pero también centollas, nécoras o bogavantes», indica Francisco Vergara, jefe de cocina del restaurante El Gitano, de Valdoviño. En verano, el local es un popurrí de acentos; y el resto del año predomina la clientela de la zona, Ourense o Pontevedra. Y triunfan, siempre, la parrillada mixta de pescado y marisco y el bogavante con arroz (por encarga).

Nadie renuncia a la buena mesa, pero cada vez se detecta una mayor demanda de actividades al aire libre, como indican desde las oficinas de turismo. Y aquí empiezan a advertirse las carencias. Abundan los itinerarios, pero fallan la señalización y en ocasiones el mantenimiento. Hay otras debilidades, como las vías de comunicación, «aunque se ha notado una mejoría por la AG-64 y la Transcantábrica», sostiene Javier Pardo, que advierte del impacto negativo de la brecha digital.

La infraestructura hotelera supone un lastre para el sector. «¿Por qué no tenemos grupos? Porque no tienen donde quedarse. Entiendo que es difícil mantener un negocio para dos meses de verano, pero...», apunta Milagros Fraga. Surge entonces otra flaqueza, la escasa y no siempre bien enfocada promoción, que contribuya a desestacionalizar, el gran reto de empresarios y administraciones. El paisaje nunca falla, sorprende y seduce todo el año.