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El exesquiador de trampolín suma su mayor éxito solo siete años después de hacerse ciclista
16 sep 2019 . Actualizado a las 11:55 h.Con 22 años, el esloveno Primoz Roglic era aún esquiador de saltos de trampolín. Había sido campeón del mundo juvenil por equipos en 2007 y en su última temporada subió varias veces al podio en pruebas europeas, pero no era el número uno. Sintió que había tocado techo y se entretuvo con el deporte que practicaba en verano como preparación para el esquí: el ciclismo. Esa decisión le subió a un trampolín sobre ruedas. Inició un vuelo increíble y ahora, solo siete años después, ganó la Vuelta a España por delante de un ciclista incombustible, Valverde (39 años), y de Pogacar, esloveno como Roglic aunque de camino opuesto.
Pogacar tiene solo 20 años, la mitad que Valverde y la edad a la que Roglic era todavía esquiador. Los ciclistas eslovenos rompen todos los moldes. Y se han repartido esta edición de la Vuelta que terminó con la victoria al esprint del holandés Fabio Jakobsen en las calles de Madrid. Tiene 23 años, otra señal del rejuvenecimiento que vive este deporte. Su compañero Richeze, el mejor lanzador del mundo, le abrió la meta madrileña por delante de Sam Bennett y Jon Aberasturi.
Roglic nació en un pueblo minero de la antigua Yugoslavia, Zagorje. A los ocho años ya esquiaba. Saltaba. Llegó a la élite. Sufrió una escalofriante caída en uno de esos saltos. Siguió adelante. Pero no le bastaba con ser bueno. «Quise ser el mejor esquiador del mundo y no pude. Luego soñé con ser el mejor ciclista del mundo», declaró el año pasado en el Tour, cuando terminó cuarto. En el 2012, tras disputar varias carreras amateurs, fichó por el equipo esloveno Adria-Mobil, entrenado por Milan Erzen, que luego ha sido uno de los responsables del Bahrain-Merida. La relación de Roglic en el inicio de su vida ciclista con Erzen, investigado por la Unión Ciclista Internacional (UCI) por sus supuestas relaciones con la trama de dopaje Aderlass que sacudió el último mundial de esquí de fondo, despierta los viejos fantasmas de un deporte tantas veces sacudido por el escándalo.
En defensa del ganador de esta Vuelta está el jersey que lleva, el del Jumbo, una escuadra holandesa que abandera la lucha contra el fraude farmacológico. Esa plaga se cargó el Rabobank, la insignia del ciclismo neerlandés, y no quieren tropezar con la misma piedra. Roglic llegó al Jumbo en el 2016. Ese año perdió por milésimas el prólogo del Giro ante Dumoulin y ganó la contrarreloj larga. En el 2017 venció en dos etapas de la Itzulia, incluida la de Bilbao, y fue el mejor en la jornada del Tour que pasó por el Galilier. Además, se llevó la plata en el Mundial de crono. Un campaña después volvió a dar otro salto: ganó la Itzulia y rozó el podio del Tour. Este año, se hizo grande (tercero en el Giro y primero en la Vuelta).