Mediocridad

Jose A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

15 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno cree que vive en un país civilizado y, hasta cierto punto, avanzado, pero la realidad se encarga de desmentir tal suposición, de demostrarnos que se trata solo de un deseo bien intencionado. Debe de ser algo congénito en los españoles, que no logramos ver las cosas con claridad (lo blanco es blanco y lo negro es negro) y que nos atenaza un miedo vergonzante para llamar a las cosas por su nombre. Muchos de mi generación nos dimos cuenta de esto cuando en el País Vasco los concejales del PP y los del PSOE necesitaban guardaespaldas para poder moverse por sus pueblos, mientras que los que asesinaban paseaban libremente por las calles, entre el respeto de sus compatriotas (quien lo haya olvidado puede leer Patria, de Fernando Aramburu). Y algo más actual: esta semana un exetarra, que estuvo treinta años en la cárcel por asesinato, dio una conferencia en la Universidad vasca, ante un auditorio de estudiantes, sin que nadie moviese un dedo por impedirlo, no por lo que pudiera decir, que también, sino simplemente por respeto a las familias de sus víctimas. De las aventuras de los CDR catalanes, y de su impunidad, aún tenemos en las retinas las calles barcelonesas incendiadas que me eximen ya de cualquier comentario.

Pero lo que no quiero pasar por alto es ese «no tenemos prisa» de Esquerra Republicana de Cataluña, que siguiendo su táctica electoralista, le da largas a Pedro Sánchez para facilitar su investidura como presidente del Gobierno. Juegan sus cartas con la frialdad de los tahúres, buscando sus propios intereses, sin importarle nada de las urgencias de este país al que ellos no quieren pertenecer… Pero nosotros, el resto de los españoles, sí tenemos prisa en que haya un Gobierno, en que se normalice la situación política para que puedan a empezar a tratarse temas sociales y económicos de gran trascendencia. Un presidente del Gobierno no puede estar condicionado por nadie, pero menos por gente que no les interesa el bien común del país, que, curiosamente, debe ser el principio básico de todo gobernante. Pactar con quien te va a quitar el sueño por las noches (según palabras del propio Pedro Sánchez que todos hemos escuchado) pero, sobre todo, con quien quiere dividir España, cuando tú, como presidente, tienes la obligación constitucional de preservar su unidad, es un claro ejemplo de que quien pretende gobernarnos no tiene las ideas claras y no sabe qué hacer con el país que le ha votado.

Y aunque la cosa tiene una gran importancia, el pueblo vive su día a día, ajeno a todo lo que se está fraguando en secreto y a sus espaldas. Indiferentes, como si no fuera con nosotros. Algunos periódicos protestan desde sus titulares, algunos partidos se atreven a decir en voz baja que este no es el camino, pero el conjunto de la sociedad española está pendiente de las luces de la Navidad, de la lotería o de si se juega o no el Barça-Real Madrid… Pero hay algo que deberíamos tener muy en cuenta -y a la historia me remito- y es la gran capacidad de provocar desastres irreparables que han tenido muchos incapaces en la política, en la economía o mismo en la guerra. Parece que quedamos tranquilos pensando que quienes están por encima de nosotros, quienes tienen en sus manos nuestro presente y el futuro de nuestros hijos están dotados de atributos intelectuales superiores a los de la gente común. Pues, no. Y no hay más que echar un vistazo al plantel de políticos, a derecha e izquierda, que tenemos ahora mismo en España.