Las cartas perdidas

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

22 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que el Pazo de Meirás, que fue de doña Emilia Pardo Bazán antes de que se lo regalasen a Franco, pasa a pertenecer al Patrimonio estatal. Me imagino que con todo lo que tiene dentro, incluidas las esculturas del maestro Mateo y la biblioteca de doña Emilia, importantísima no solo por los miles de libros que alberga, sino por la importancia que una gran parte de ellos tiene. En sus estanterías están todos los tratados teóricos que a finales del XIX se escribieron sobre el Realismo y Naturalismo, además de las principales novelas europeas que podrían encuadrarse dentro de estos movimientos literarios. Lo que no tiene, y es una pena, son las cartas que a doña Emilia le escribió Benito Pérez Galdós durante los años que duró el romance que mantuvieron. Las que le escribió ella se conservan todas porque estaban a buen recaudo en el legado epistolar de Galdós. «Toda la correspondencia de Emilia Pardo Bazán se ha perdido. O bien su hija Blanca la quemó o, según la leyenda, la destruyó Carmen Polo en el Pazo de Meirás. Lo más probable es que ocurriesen las dos cosas, que su hija tuviera miedo de la literatura comprometida de su madre, y que Carmen Polo se cargase lo que hubiese encontrado en los cajones», explica la historiadora Isabel Burdiel.

Es curiosa la relación sentimental entre los más grandes escritores españoles, juntamente con Clarín, de finales del XIX. Ella, casada y con hijos, con gran prestigio entre la nobleza, a la que pertenecía, y entre el pueblo, para el que escribía. Él, un cuarentón que vivía su soltería con pleno convencimiento de que ese era el estado perfecto para un hombre entregado a leer y a escribir, ya que de eso vivía.

No obstante, y a pesar de permanecer toda su vida soltero, Galdós tuvo una agitada vida sentimental. Nada más terminar el bachillerato se enamoró de una prima adolescente, Sisita. Para evitar males mayores, su madre lo envía a estudiar Derecho a Madrid, poniendo mar y tierra por medio entre él y la chica (Galdós era de Las Palmas). Después tuvo muchas amantes, reconoció ser el padre de una hija (María Galdós Cobián, nacida de su relación con la modelo Lorenza Cobián González), pero nunca llegó a vivir con ninguna mujer. Además, tenía unas ideas un tanto arbitrarias en cuanto a su relación con ellas. Por un lado, era un defensor del amor libre y la libertad sexual de la mujer, pero por otro actuaba como el más común de los amantes de entonces: las mantenía en secreto, recluidas en la casa que él visitaba, sin más visibilidad. Por eso es tan llamativa la relación que mantuvo con Emilia Pardo Bazán, escritora ya consagrada y popular, porque fue una relación de igual a igual, en la que las teorías amorosas de don Benito las puso en práctica su amante. En las letras españolas es difícil encontrar una relación tan atractiva como la de Pardo Bazán y Pérez Galdós, que fueron amantes y nunca dejaron de ser amigos porque se respetaban como escritores y como personas. Fueron unos modernos del XIX que se saltaron los convencionalismos de la época. Entre 1888 y 1890 compartieron horas sin ninguna prudencia ni miramientos, no ocultaban su relación más allá de lo que les dictaba una mínima prudencia. Y eso se debe a la decidida actitud de doña Emilia, mucho más desinhibida que el propio Galdós. Lo sabemos por sus cartas y por testimonios de amigos comunes. Hoy nos queda la pena de no poder leer lo que don Benito le escribía. Las paredes del pazo se quedaron con el secreto.