La concesión a Julia Uceda (Sevilla, 1925) de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes viene a ser, en última instancia, un reconocimiento más, por parte de la cultura española, a una de las más grandes voces de la poesía en lengua castellana. Pero, en mi particular opinión —que por supuesto no es más que eso, una mera opinión particular—, e incluso compartiendo la alegría que supone la concesión de esa medalla a la poeta sevillana afincada en el valle de Serantes, ese reconocimiento no salda la inmensa deuda que las letras españolas han contraído con la autora de En el viento, hacia el mar. Julia Uceda no ha recibido aún el Premio Cervantes, que desde hace tanto tiempo —desde hace tantos libros— merece. Y esperemos que este 2022 que comienza sea el año en el que, por fin, se le conceda. Dirán ustedes, y con razón, que los premios, y todo cuanto los rodea, en nada alteran el contenido de los libros. Ni una sola coma les añaden ni les quitan, de hecho. Pero si bien es cierto eso, también es verdad, creo yo, que a quien ha hecho con sus versos, a cambio de nada, que nuestro mundo sea infinitamente más hermoso, no está de más darle las gracias. Ya les conté alguna vez, me parece —y si no se lo conté antes, lo hago ahora—, que cuando le pregunté a Antonio Tabucchi si le dolía que año tras año la Academia Sueca le dejase sin el Nobel, me contestó que por supuesto que no, porque escribir —me dijo— es «demasiado hermoso» para perder el tiempo pensando en premios. Murió sin recibir el Nobel, por cierto. Como se sabe, en este tiempo de hierro que nos ha tocado vivir, el amor a la libertad se paga muy caro. Y ya no digamos el empeño en remar contra la corriente. El caso es que, como entre mis escasos dones no están ni el de la clarividencia ni el de la profecía, ignoro si al final las instituciones que representan a la cultura española sabrán estar a la altura de las circunstancias... o no. Pero Galicia, y creo que convendrán ustedes conmigo en esto, debería estarlo. Porque el alma de este viejo reino, que está hecha en buena medida de saudade (sentimiento que es una eterna añoranza, incluso de aquello que solo habitó los sueños), pero que además es, en gran parte, poesía, también lleva hoy dentro de sí los versos de Julia Uceda, que aunque sea andaluza de nacimiento, y tan fiel a las cosas de su tierra, decidió quedarse a vivir en Ferrol tras haber ejercido la docencia en Irlanda y en los Estados Unidos. Leo estos días Borges e Cunqueiro, creadores de labirintos, libro de ese otro excelente poeta que es Claudio Rodríguez Fer, y pienso en la poca generosidad que se tuvo con el autor de Merlín e familia y con el escritor argentino hasta que cruzaron el río. A ver si esta vez se puede volar un poco más alto. No estemos siempre en la misma.