El carro antes que los bueyes

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

XOÁN CARLOS GIL

18 jun 2022 . Actualizado a las 23:56 h.

Resulta que hoy en día, para comunicarte con cualquier Administración (autonómica, provincial o municipal), necesitas hacerlo telemáticamente. Y para ello, hay que tener instalado en el ordenador el certificado digital, la Clave Pin, la firma digital o cualquier otra engorrosa aplicación. Todo lo cual, hasta hace poco, se evitaba rellenando un impreso y entregándolo en Registro. Para la gente con una formación informática básica (la mayoría de los ciudadanos que pasamos de los sesenta) instalar esos sistemas en el ordenador es muy problemático. Y no lo es menos manejarse con acierto por la página web de la Institución a la que acudes. Muchos lo están sufriendo estos días intentando ver en la de Hacienda el borrador de su declaración de la renta. Es que aquí en España, en lo que a la comunicación telemática se refiere, se puso antes el carro que los bueyes, que, traduciendo este proverbio campesino al castellano estándar, significa que, para que las cosas funcionen con corrección, debemos hacerlas respetando un debido orden. Pues aquí, no. Tanto las Administraciones públicas como las instituciones privadas —los bancos son un buen ejemplo— nos exigen unos conocimientos y unas habilidades informáticas que no tenemos, entre otras cosas porque ni unas ni otras se han preocupado de facilitárnoslas. El proceso debiera ser al revés: primero dotar a la población, especialmente a los mayores, de unos conocimientos básicos, y después, pedirnos que nos relacionemos con ellos telemáticamente, porque es más rápido, eficaz y seguro, o eso dicen…

Pero no se hizo así. En la función pública se preocuparon de poner al día en las cuestiones informáticas a su personal mediante cursillos y horas de preparación. Pero se olvidaron de los ciudadanos que necesitamos hacer gestiones con esas Administraciones. La gran mayoría de la gente mayor ha desistido de tales empeños después de haber perdido horas intentándolo y sufriendo ante el ordenador. Otra parte de la ciudadanía de edad madura tuvo que arreglarse con alguien que le desbrozase el camino por las páginas web de los diferentes organismos. Algunos, pagando de su bolsillo horas nocturnas en academias para poder arreglar sus papeles. La gente joven lo tiene más fácil porque ya en el colegio le han dado unas nociones básicas de informática que ellos se encargaron de perfeccionar con el uso generoso del ordenador, correo electrónico y wasap en sus móviles.

Sabemos que el futuro va por ahí, pero el presente podía estar mejor organizado. Que la Administración ayude como lo crean más conveniente, empezando por tener a alguien que se encargue de atender en el proceso informático a los jubilados. Que no haya que recurrir a hijos y nietos para gestionar cualquier asunto que requiera el uso del ordenador. Cuánto lo agradecería, por ejemplo, Chucho, el señor que regenta el antiguo teleclub de mi pueblo —hoy reconvertido en una Asociación cultural— que un día me dijo si podía yo instalarle el certificado digital en el ordenador del local. Quieren pedir una subvención a la Diputación para actividades culturales, pero la forma de acceder a la plataforma correspondiente tiene que ser a través del citado medio. Le dije que no podía ayudarle, porque es algo que intenté en algún momento, pero sólo logré perder el tiempo. Lo único que pude añadir es algo que él ya sabía: que acudiese a un técnico profesional, que le va cobrar veinte euros por instalárselo. Realmente no deja de ser paradójico: para pedir una raquítica subvención hay que empezar pagando. Algo inaudito.