El Archivo Secreto Vaticano, la luz del corazón y una parroquia ferrolana

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

Álvaro Ballesteros

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La revista Compostellanum, prestigiosa publicación, de carácter humanístico, de la archidiócesis de Santiago de Compostela, acaba de editar un número de homenaje a Segundo Leonardo Pérez López, el teólogo y canónigo catedralicio, nacido en Buriz en el año 1948, que durante su etapa como deán de la basílica impulsó, además de la restauración del templo del Apóstol, la revitalización de todos los caminos de Santiago —prestando una especialísima atención a la acogida de los peregrinos— y la apertura de nuevos espacios de diálogo, a través de la cultura, entre creyentes y no creyentes. El volumen cuenta con colaboraciones de José Fernández Lago, Alfonso Novo, José Antonio Castro Lodeiro, Benito Méndez, Guillermo Juan Morado, Santiago Agrelo, Carlos Gómez, Carlos Miramontes Seijas, Abdón Moreno García, Óscar Valado Domínguez, Anxo Pazos Viña, Óscar Roa Osorio, Ángela Franco Mata y Guillermo Juan Morado. El propio Fernández Lago, que sucedió a Pérez López como deán al frente del cabildo catedralicio compostelano, y que compartió con él, durante años, la docencia en el Instituto Teológico, subraya, en su artículo, que Segundo ha habitado, desde su juventud, la pasión por la ciencia y el conocimiento, pero que esa pasión, como todo cuanto él ha cultivado en su vida, ha tenido siempre, como objetivo último, hacer mejor la vida de los demás. Catedrático de Antropología Teológica, permanentemente vinculado a la Universidad Pontificia de Salamanca y al Archivo Secreto Vaticano, Pérez López es hoy una figura cuya altura intelectual viene siendo objeto de todo tipo de reconocimientos en diferentes países. Y es, además, una referencia permanente en el ámbito pastoral. Pero todo ello es bien sabido ya, de manera que resulta innecesario repetirlo. Por eso yo, que también quiero recalcar la extraordinaria trascendencia de cuanto Pérez López ha llevado a cabo desde que recibió la ordenación sacerdotal en el año 1973, prefiero comentar hoy otros aspectos de su trayectoria que tampoco deberían pasar desapercibidos. A mí me parece que las investigaciones del historiador que en el Vaticano rescata del olvido cuatro siglos de informes enviados desde Galicia a los papas por los obispos mindonienses —o las reflexiones del teólogo que reivindica por toda Europa la necesidad de dar un nuevo impulso a la espiritualidad de los Caminos de Santiago—, siendo impagables, no pueden ocultar el legado del sacerdote que de joven, mientras iba y venía de Roma y Salamanca, fue profesor en centros como el desaparecido colegio Los Hexágonos, desarrolló desde Ferrol una intensa actividad en Cáritas y dejó una profunda huella, como cura, en Caranza. Lo digo porque en el legado de Segundo siempre brillará, y con su propia luz, la grandeza de su corazón. Que, todo sea dicho de paso, también merece un homenaje.