José Manuel Arnosa: «Non entendo que haxa xente que di que as campás lle molestan»
FERROL
Hace más de 60 años que se subió, por vez primera, a la espadaña de Viladonelle; ahora suele tocar desde el atrio auxiliado por dos largas cuerdas
18 dic 2022 . Actualizado a las 16:40 h.«Oxalá hoxe houbese xente nova que á que lle gustase tocar aquí as campás, e que quixese aprender —dice José Manuel Arnosa, que comenzó a tocar las de Viladonelle hace más de 60 años—. Pero, por desgraza, non hai rapaces, e isto —lamenta— é algo que se está a perder en moitos sitios». José Manuel, junto a un grupo de vecinos del que formaba parte su amigo Juan —que a veces toca la campana, también—, impulsó la rehabilitación de la iglesia de Viladonelle. Y hace unos años, cuando alguien —el suceso no se aclaró nunca— robó las campanas de la parroquia, también promovió, junto a sus vecinos, la adquisición de dos campanas nuevas, que son las que ahora tiene la iglesia.
Él comenzó a subirse al campanario cuando tenía doce años. Hoy suele tocar desde abajo, desde el atrio, auxiliado por dos largas cuerdas, cosa que tampoco es fácil. Pero advierte de que, si es preciso volver a encaramarse a la espadaña del templo, él no tiene «ningún problema».
«O señor que me ensinou a tocar a min —recuerda el campanero—, deixábame, ás veces, mentres el tocaba, a corda dunha das campás,. El seguía tocando coa outra, aínda que sempre andaba pendente das dúas. —explica José Manuel—. E, de cando en vez, cambiabamos de man, coidando de non perder o ritmo. Así foi como aprendín eu».
A José Manuel, que tiene 76 años y fue trabajador de Astano, y que estudió piano y solfeo, durante cinco cursos, en el Conservatorio, le parece que sería «moi triste» que se perdiese la tradición de tocar manualmente las campanas, que acaba de ser declarada patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco.
Elogio de una antigua tradición
«Non entendo —dice— como pode haber sitios no que hai xente que di que as campás lle molestan. Parece que xa nos molesta todo. Aquí, en Viladonelle —explica—, sempre nos gustou sentir tocar as campás, e cando nos roubaron as que tiñamos sentimos unha pena moi grande, foi un disgusto tremendo. Por iso nos xuntamos para comprar estas novas, que custaron 7.000 euros». Siente una gran pasión por la música. «Hai moitos anos, incluso me chamaron para estar nalgunha orquestra —recuerda, con cierta nostalgia—, pero non puiden ir, por falta de tempo».