El Mundo Celta roza el delirio, con el mayor desembarco «folkie» en años
15 jul 2023 . Actualizado a las 11:03 h.«Más a gusto que en brazos». Así se sienten África, Marta, María y el resto de amigas gaditanas que huyeron «del horno» para refrescarse. «Casi todas venimos por primera vez, es genial, nos queremos quedar a vivir aquí, el ambiente es increíble... organización dentro de la desorganización», describe una de estas jóvenes, fascinadas con la playa y el folk a partes iguales. Poco importa que ayer tuvieran que sacar el paraguas.
La llovizna no logró deslucir la vida en el pinar, abarrotado como pocos años, con una marea de gente en tránsito continuo, una mezcla de chubasqueros y bikinis andantes. «Veño sen expectativas», comentaba Sara, de Noia, debutante en el Festival de Ortigueira. Ella y la santiaguesa Antía, repetidora, se sumaron el jueves a la pandilla que ya desembarcó en el Mundo Celta hace siete días. «É unha oportunidade de coñecer novos grupos, e a acampada está xenial, é o combo perfecto», repetían.
En esta edición, la segunda de ocho días (y previsiblemente la última, puesto que el nuevo gobierno local pretende volver al formato de jueves a domingo), «vese moito máis movemento de xente que na do ano pasado», confirman en la cafetería Dolan, que ha tenido que reponer bollería a mitad de semana para saciar tantas bocas. «É xente marabillosa, moi educada, colaboran, recollen a mesa...», destaca Jesús Cornide, uno de los responsables del local y la panadería.
Los apartamentos de O Plantío, en Espasante, están llenos de festivaleros. «Unos vinieron hasta mediados de semana y ahora hay otra tanda», señala la propietaria, Ana María Fojón. A las puertas del supermercado Claudio se apilan las cervezas, lo que más venden Raquel Bellas y su equipo, junto al agua y el hielo. Hay negocios hosteleros que no paran, como A Cabana do Fos, en Morouzos, con tres turnos para atender a la clientela las 24 horas.
En el centro, clásicos como el Caracas tardan en abrir. Allí la noche se alarga tanto que empata con el día. Otros comercios se resienten estos días. «Es demasiado tiempo con las calles cerradas, el sábado ya no abrimos y la joyería lleva dos días con las persianas bajadas», apunta Sonia Sierra, de la peluquería Due. «Me alegro por los vecinos que sí se benefician», añade. Los aparcamientos se desbordan y ayer el Concello barajaba habilitar plazas en el polígono de Cuíña, con servicio de buses. «No era preciso desde el 2007», decía el alcalde, Valentín Calvín. Aún quedan dos días y dos noches de apoteosis.