Las raíces del tiempo, Recoveth Maroth y el amor por los libros

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

Ramón Loureiro

16 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Conozco a Manolo, a Manolo Piñón, desde hace casi treinta años. Nos conocimos, para ser exactos, en 1985, cuando los dos estábamos haciendo el servicio militar —yo acababa de llegar, y él estaba a punto de licenciarse, terminando la mili— en la oficina de Transportes del Parque de Automóviles de la Armada. Allí estaba también, por cierto, en aquel mismo destino (en su caso no haciendo la mili, sino como marino profesional: era teniente de Intendencia), quien después fue uno de los más grandes amigos —y me emociona volver a mencionarlo— que he tenido en este mundo: Antonio García Recovet. Antonio, sí, un verdadero sabio y un excepcional ser humano, de una generosidad sin límites, de quien me acuerdo todos los días y al que le rendí un modesto homenaje en las páginas de Las galeras de Normandía —perdón por la autocita, ustedes hagan por favor como si no se hubiesen dado cuenta—, convirtiéndolo, me parece que con armadura y todo, en Recoveth Maroth.

Siempre guardaré en mi memoria, con el mayor de los afectos, y permítanme el inciso, aquel tiempo del Parque de Automóviles de la Armada. Muchos de los amigos que hice allí, en la Marina —perdón por no mencionaros a todos: la lista sería muy larga, pero sabéis que gratitud y mi afecto hacia vosotros son eternos—, siguen teniendo un lugar muy importante en mi vida; y a los que ya marcharon, a los que están al otro lado del río —a los que habitan eso que nosotros llamamos muerte—, los recordaré eternamente.

El caso es que Manolo Piñón, que por aquel tiempo de la mili ya tenía profundas inquietudes culturales —de hecho, ya había impulsado entonces alguna publicación, creo recordar que una revista que vio la luz en San Mateo—, y que trabaja en la planta de gestión de residuos de Recinor, lleva más de una década recuperando y restaurando, con un entusiasmo indestructible, libros que la gente tira a la basura, y que él salva del abandono, devolviéndoles la vida. La cifra es impresionante, un dato que habla por sí mismo: Manolo ha rescatado ya más de diez mil libros. Libros que, una vez restaurados por él, van pasando a formar parte de bibliotecas en las que permanecen a disposición de toda la ciudadanía. Nunca he entendido muy bien cómo alguien puede arrojar un libro a la basura. E imagino (nunca se lo he preguntado) que Manolo no lo entenderá, tampoco. Pero él no es de esa clase de personas que se dejan arrastrar fácilmente por la melancolía, y prefiere cambiar las cosas a enredarse en lamentos. Por eso hace lo que hace, que en el fondo es convertir el mundo en un lugar mejor para todos.

Quienes somos aficionados a la literatura estamos en deuda con Manolo. ¡Lo estamos, en realidad, todos cuantos amamos los libros! Esos libros que, sin pedir nada a cambio, nos han permitido vivir tantas vidas.

RAMON LOUREIRO