Javier, con demencia a los 56 años: «Recuerdo el primer triciclo que tuve de niño, pero no lo que hice hace tres minutos»

Beatriz ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

Javi, con su mujer, Mila, en el centro de día que gestiona Afal Ferrolterra en la Casa del Mar
Javi, con su mujer, Mila, en el centro de día que gestiona Afal Ferrolterra en la Casa del Mar JOSÉ PARDO

Hace dos años le diagnosticaron el síndrome de Wernicke-Korsakoff, una dolencia que ahora afronta con la ayuda de su mujer y el personal del centro de día que gestiona Afal en la Casa del Mar de Ferrol

12 oct 2024 . Actualizado a las 10:54 h.

Cuando uno piensa en el alzhéimer y otras demencias enseguida se le viene a la cabeza la imagen de una persona ya mayor, de pelo canoso y arrugas en la piel, pero no la de alguien como Francisco Javier Aneiros, ferrolano de 56 años y apariencia fornida y poderosa pese a que usa bastón. Javi, como le llama todo el mundo, es el usuario más joven de todos los que acuden a los dos centros de día que gestiona en la urbe naval la asociación Afal Ferrolterra (uno propio en la calle Río Castro y otro perteneciente a la red pública en la Casa del Mar) y también el único de menos de 65 años.

En estos centros se presta atención a personas con demencias degenerativas primarias, de origen desconocido, como el alzhéimer, que es la más común, la demencia por cuerpos de Lewy o la frontotemporal. Pero también se abordan demencias secundarias, de las que sí se conoce la causa, como la vascular, relacionada con enfermedades como la aterosclerosis o la presión arterial alta, o el síndrome de Wernicke-Korsakoff, asociado al abuso crónico de alcohol.

Esta última demencia fue la que diagnosticaron a Javi hace dos años, cuando solo tenía 54. «Él era infante de marina, pero a los 44 años se tuvo que retirar después de sufrir varios ataques de gota que derivaron en el desgaste de las cabezas femorales y le tuvieron que poner dos prótesis de cadera. A raíz de dejar el trabajo empezó a beber también en casa y ese consumo abusivo provocó la demencia», explica Milagros Osorio, Mila, su compañera de vida y cuidadora.

Ella se dio cuenta de que algo no marchaba bien porque Javi empezó a comportarse de manera extraña. «A mí a veces no me reconocía y me confundía con su hermana, se mostrada agitado, me decía que había comido con su hermano, que ya murió, y hasta un día salió por la ventana diciendo que lo teníamos secuestrado en casa», rememora Mila.

En el centro de día, Javi participa en terapias para frenar el deterioro cognitivo, motor y social. Las que más le gustan son las que se adaptan a sus intereses, como las que implican el uso de la tablet o el contacto con animales
En el centro de día, Javi participa en terapias para frenar el deterioro cognitivo, motor y social. Las que más le gustan son las que se adaptan a sus intereses, como las que implican el uso de la tablet o el contacto con animales JOSÉ PARDO

Con el diagnóstico llegó la prescripción de la medicación —que hubo que ajustar tiempo después, porque la que le recetaron al principio no resultó ser la más adecuada—, el abandono del alcohol y, un año más tarde, las terapias en el centro de día de la Casa del Mar, adonde Javi acude de lunes a viernes, de 09.00 a 16.30 horas. «Aquí estoy bien, aunque a veces por mi edad me siento fuera de lugar, porque estoy con gente mucho más mayor que yo», dice el paciente.

La directora asistencial de Afal, Noelia Ríos, explica que Javi se adaptó perfectamente al centro, pero «no tiene conciencia de su enfermedad» y por eso a veces no entiende muy bien qué hace allí. Y él lo certifica: «Yo aquí me siento integrado, pero preferiría estar en casa con mis perros», insiste una y otra vez Javi, que también rememora varias veces sus dos travesías a bordo del Juan Sebastián Elcano, «una vuelta a América y otra al mundo».

«Ahora mismo los síntomas más palpables de su demencia son la pérdida de la memoria a corto plazo, y por eso muchas veces repite cosas que acaba de contar, y también las fabulaciones, que son historias que se inventa aunque él las percibe como algo absolutamente real», explica Noelia. «Yo estoy bien, pero sí es cierto que me falla la memoria a corto plazo. Recuerdo perfectamente el primer triciclo que tuve de niño, pero no lo que hice hace tres minutos», reconoce Javi.

A pesar de lo duro de la dolencia, Mila prefiere quedarse con lo bueno y por encima de todo destaca la mejoría que ha experimentado su marido desde que acude al centro de Afal. «Tras el episodio agudo que tuvo al principio, ahora ya nos reconoce tanto a mí como a mis hijos, la rutina de actividades que sigue en el centro le va muy bien y al llegar a casa está mucho más tranquilo, aunque tengo que estar pendiente muy pendiente de él y no lo puedo dejar solo ni un momento», comenta Mila, que durante un año tuvo que compaginar el cuidado de Javi con el de su madre, que también sufrió demencia antes de fallecer. «A los políticos les pediría más agilidad en la concesión de las ayudas, y también más plazas, porque, por ejemplo, en este centro de la Casa del Mar hay lista de espera», concluye reivindicativa.