La FP gana adeptos entre los mayores de 30 años: «Volver a las aulas fue la mejor decisión que puede tomar»
FERROL
Carlos Romero, que cursa un ciclo de Madera 12 años después de haber abandonado bachillerato, pone rostro a un tipo de alumnado que va a más en los talleres de Formación Profesional
28 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La Formación Profesional gana alumnado año tras año. Solo los ciclos superiores atraen ya a 30.000 estudiantes en toda Galicia, frente a los 22.000 que acogían sus aulas hace diez años. Y en este estirón de las cifras no solo ha tenido que ver el creciente número de jóvenes que optan por la FP en lugar de encaminarse hacia la universidad —que en los últimos diez años ha perdido más de 10.000 estudiantes—, sino también el aumento del tirón de los ciclos formativos entre los mayores de 30 años. «En la modalidad de adultos siempre los hubo, pero ahora también tenemos estudiantes de esas edades en los ciclos ordinarios y en la modalidad dual. Hay gente que ya tiene un grado universitario y hace una FP con el objetivo de acceder al mercado laboral más rápido, profesionales que llevan muchos años trabajando pero no tienen ningún título y cursan los módulos no acreditables para avalar su experiencia y también personas que quieren cambiar de oficio», confirma Enrique Pazo, director del CIFP Ferrolterra.
Precisamente en sus aulas recaló el curso pasado Carlos Romero Quintana, ferrolano de 31 años, para iniciar el ciclo medio de Carpintería e Moble, más de una década después de haber dejado colgado primero de Bachillerato. Hoy está ya en segundo, acude a clase con ilusión y muchas ganas de aprender y, con el apoyo del vivero de empresas del CIFP Ferrolterra, está madurando ya una idea de negocio para emprender cuando obtenga el título. «Volver a las aulas es la mejor decisión que pude tomar, porque el ciclo me gusta mucho y creo que el de la madera es un sector con mucho futuro», dice satisfecho.
La enseñanza eminente práctica de la FP y la madurez que otorga el paso de los años han obrado el milagro de que Carlos acuda a clase cada día con una motivación que no tenía a los 19 años, cuando dejó colgados los estudios. «Estaba en primero de bachillerato, ya habría repetido tres veces otros cursos y solo mostraba interés por las asignaturas que me gustaban, que eran las más creativas», rememora.
Movido por su pasión por las artes audiovisuales, por aquella época empezó a trabajar como fotógrafo en varias discotecas, al mismo tiempo que cursaba primero de bachillerato, pero llegó un momento en el que se le hizo muy cuesta arriba compaginar las dos cosas y decidió abandonar el instituto.
Los horarios de la noche, sin embargo, terminaron por cansarle, así que lo dejó para trabajar en MediaMarkt. De allí saltó a la calle Dolores para llevar las riendas de la cruasantería Poppi. Y como aquella experiencia de emprendimiento no salió bien, se puso a trabajar de taxista, atraído por su pasión por la automoción. «Pero ser taxista significa trabajar muchísimas horas al día, y ahora que soy padre necesito conciliar, así que yo y mi pareja acordamos que yo volvería a estudiar cuando ella aprobase las oposiciones a la enseñanza. Lo consiguió y entonces yo pude dejar el taxi para matricularme en el ciclo de carpintería, que es un oficio que siempre me ha gustado», relata el estudiante.
«No me arrepiento de todo lo que he hecho, porque de todas las experiencias se aprende, pero ahora tengo mucho más claro lo que quiero y me siento más motivado como alumno», dice Carlos, que se ha puesto por delante varios desafíos. «Me gustaría trabajar por cuenta ajena para alguna carpintería, para curtirme y coger experiencia, y si puedo, de forma paralela o más adelante, montar una empresa de camperización de furgonetas mediante un sistema de escaneado 3D, para fabricar así las piezas a medida y luego ofrecérselas al cliente para su montaje en casa, como se hace con los muebles de Ikea», avanza ilusionado.