Este domingo, que es el tercero de los de este año que comienza, celebra la parroquia de Santa Mariña de Sillobre la festividad de San Antón de una manera especialmente hermosa: bendiciendo, en el atrio, a los animales domésticos. Gracias a esa tradición, felizmente recuperada tras largo tiempo de olvido, en el corazón de la Tierra de Escandoi se le rinde hoy tributo al santo bendiciendo a caballos y a ovejas, a perros y gatos, a toda clase de aves y, en general, al más amplio catálogo de mascotas y de animales caseros. Además, la fiesta de este año, que comenzará a las doce del mediodía, incluye un acontecimiento muy especial, porque en ella recibirá la bendición, también, una nueva imagen de San Antón, tallada en madera nada menos que en Eslovaquia y policromada, nada más llegar, en esta Galicia do Norte nuestra que, en el fondo, es como una Última Bretaña toda ella.
Por cierto: la iglesia de Santa Mariña de Sillobre —que es, si me permiten ustedes el comentario personal, la iglesia en la que a mí me bautizaron, así que ya pueden imaginar el mucho cariño que le tengo— estuvo bajo la protección, allá por las barrocas nieblas del XVII, nada más y nada menos que del mismísimo Gran Conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro, Señor de la Casa de Andrade, grande de España, embajador ante la Santa Sede, virrey de Nápoles, presidente del Real Consejo de las Indias, un algo poeta y, además, amigo de Cervantes, que le dedicó el Persiles («Con el pie ya en el estribo...») desde su lecho de muerte. Así que Rocinante, el caballo de don Quijote, también está hoy, en Sillobre, de fiesta, ¿no creen?