El público aplaudió la brillante labor de las más de 150 personas que pintaron las calles con verde, pétalos o serrines, dando forma a faros, sirenas, Son Goku o la paloma de la paz
02 jun 2024 . Actualizado a las 22:05 h.Una colección de faros, de Illa Pancha al cabo Prioriño, en la ría de Ferrol; el guerrero Son Goku y otros personajes de la serie Dragon Ball; fondos marinos con sirenas, corales o pulpos; o la paloma de la paz y las vidrieras, una de ellas con la imagen de Jesucristo crucificado. Son las piezas principales que lucieron en el museo callejero de arte efímero en que se convirtió Ares este fin de semana. «Notamos que se ha recuperado el esplendor de antes de la pandemia. Los últimos años había menos tramos y parecían más estrechas las alfombras. Hoy estamos viendo elementos originales y soluciones novedosas, como el uso de chapas de tarritos o de cervezas, redes de pesca...», comentaba una pareja que se acercó desde Redes para contemplar «el enorme esfuerzo de esta gente».
El ajetreo nocturno se vivió en torno a los bajos y los garajes de las calles Real y María, con dos tramos de tapices cada una, y la plaza de la Iglesia, con el diseño de motivos religiosos. Desde allí se fue suministrando el material a los artistas, unas 150 personas (30 por tramo), que desde las ocho de la tarde hasta el amanecer esparcieron verde, pampillo, claveles, serrines de colores, sal, eucalipto, conchas de la playa... para dar color a las formas que antes habían dibujado con tiza sobre el pavimento.
«A medianoche estábamos todos a pleno rendimiento», comentaba ayer Teresa Muíños, presidenta de la Asociación Alfombras Florales, que ha logrado mantener en pie esta tradición de cuatro décadas. «Empezamos en el 85 y no paramos, salvo dos años por la pandemia», cuenta María del Pilar Martínez, Lilí, de «casi 72 años». «Nos ha dado mucho trabajo encontrar gente, da mucho trabajo, pero no quiero que se pierda. Nos llevó dos días coger el pampillo (de flor amarilla) para las cenefas que bordean la alfombra, porque hace resaltar el verde», detalla.
El sábado no tardó en darles el relevo a sus hijos y se fue a casa con sus nietas, para levantarse al amanecer: «Tempranito es cuando más bonito está todo». A pie de calle, la noche del sábado al domingo corrió el chocolate caliente, los termos de café fueron pasando de mano en mano y no faltaron empanadas, bollas y bocadillos.
Muíños y su equipo acabaron la faena a las siete y se fueron a dormir a las nueve de la mañana. Laura y Juan, mugardeses, se acercaron por la noche «para ver el proceso» y regresaron ayer, «maravillados» por el resultado, que apenas logró desdibujar el nordeste, al que tanto temían el sábado los alfombreros. Destacan «el trabajo que hay detrás» y el carácter «intergeneracional» de esta fiesta, con las calles plagadas de niños. El descanso duró poco. Ayer pasó la procesión, con los niños de la Primera Comunión. Y hoy tienen que retirar las plantillas y los materiales que se puedan reciclar o reutilizar.
Excursiones en bus para ver los tapices y locales de hostelería «sin una sola mesa libre»
A Ares llegaron excursiones en bus para gozar del espectáculo floral. Los tapices del Corpus Christi funcionaron como reclamo y los locales de hostelería se llenaron. «Hay bastante ambiente y mucha clientela, ayer [sábado] por la tarde también (estuvimos hasta las dos de la mañana)», comentaban en el Avenida, en Saavedra Meneses. En A Taberna, en la calle Santa Bárbara, estaba «todo completo» para las comidas de ayer. A Ferradura, en la misma plaza de la Iglesia, ya tenía todo reservado el sábado: «Se nota, como todos los años».
En el Tarrafa, el bullicio de las alfombras se mezclaba el sábado con las pasiones del fútbol: «Estamos a tope. Sin duda tiene mucha repercusión económica». Y en El Puente, en plena calle Real, aguantaron hasta las cuatro de la madrugada, «primero sirviendo con cafetitos calientes y después ya otras cosas», reía su responsable. Atendieron tanto a curiosos como a alfombreros, «mientras se vio ambiente por la zona».