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Pili Leal, tras nueve años de abstinencia: «El alcohol te destroza a todos los niveles»

ANA F. CUBA AS PONTES / LA VOZ

AS PONTES

De izquierda a derecha, Pili Leal, secretaria de Adiante, Isabel Quiza, con un hermano alcohólico, y Fina Ramil, en rehabilitación desde hace dos años
De izquierda a derecha, Pili Leal, secretaria de Adiante, Isabel Quiza, con un hermano alcohólico, y Fina Ramil, en rehabilitación desde hace dos años CESAR TOIMIL

Dos mujeres relatan su experiencia, tras años de adicción, y otra cuenta sus vivencias como familiar de un alcohólico. Las tres son socios del colectivo pontés Adiante

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pili Leal nació en Vilalba hace 45 años, pero se siente de As Pontes, donde vive y donde ha aprendido a vivir sin alcohol. Lleva nueve años sin consumir. «Empecé a los 13, como algo social... hasta que el alcohol se convirtió en mi mejor amigo y mi consejero. Me resultaba más fácil tomar una decisión y exponerla si había bebido», relata. Tardó en darse cuenta de que tenía un problema: «Estaba en Santiago, estudiando Historia del Arte... Con 23 años mi padre me llevó por primera vez a Adiante [la Asociación de Persoas Alcohólicas Rehabilitadas de As Pontes]. Hice el paripé, dejé de beber, me costó mucho... y decidí irme a Londres con mi pareja de entonces, ya lo tenía controlado, estaba por encima del bien y del mal», recuerda.

Era 2001, y en 2004, ya retornada y trabajando de camionera, recayó. «Estuve ocho años consumiendo de nuevo». Hasta que regresó a Adiante: «No me quedaba más solución, era un infierno de vida lo que tenía... El presidente de entonces de Adiante me rescató y mis amigas me ayudaron», cuenta. Volvió a estudiar, se formó en atención sociosanitaria a personas dependientes, trabaja de auxiliar de enfermería y es la secretaria de Adiante.

Fina Ramil también es vilalbesa. Tiene 57 años. «Con 13 comencé a tomar otras drogas, y a los 17 me pasé al alcohol, sobre todo porque era legal, y llegó a mi vida para quedarse», repasa. Durante 37 años su dependencia física del alcohol fue total: «Tenía que beber para poder levantarme, y bebía hasta que me iba a dormir». Recaló en Adiante con 50 o 51: «He tenido un par de recaídas pero estoy bien. Había pasado por otros centros y nunca había conseguido tanto tiempo de abstinencia». A los 17 nació su hijo, siguió estudiando Derecho, abandonó la carrera y preparó una oposición. «La pasé y estuve trabajando, mi jefa sabía de mi adicción y me ayudó siempre... Tengo una incapacidad laboral provocada por el alcohol». Sus padres «pensaban que estaba mal de la cabeza», y a los 14 años iban a psiquiatras y psicólogos.

«Sentimiento de vergüenza»

Fina no tardó en advertir que era alcohólica -«no me oculté, todo el mundo lo sabía»-, pero bebía a escondidas y aun viviendo sola ocultaba las botellas, «por un sentimiento de vergüenza». «Mi cuñada me trajo a Adiante, llegué aquí muy deteriorada. El alcohol te destroza a todos los niveles, pero cuando consumes no te enteras, te parece que estás genial, que eres la más lista y la que tiene la razón». En los instantes de lucidez, cuando era consciente del pozo que estaba devorando su vida, «bebía más para no pensar». «Salir de ese círculo vicioso, a nivel personal, es imposible». Por eso cobra tanta importancia el trabajo que desarrollan colectivos como Adiante.

La asociación pontesa, fundada en 1989, atiende a personas adictas y a sus familias, a través de sesiones individualizadas, grupales, talleres y otras actividades. Desarrolla programas de prevención en los centros educativos y cuenta con una unidad para atender a jóvenes con adicción. En Adiante hay tres grupos de terapia (para adictos, hombres y mujeres; uno solo de familiares y otro exclusivo de mujeres) y tres talleres (de desarrollo personal, de alfabetización emocional con caballos y de respiración), todos mixtos, para adictos y familiares.

Isabel Quiza, ortegana de 55 años, fue quien llevó a su hermano, de 62, a Adiante. «Empezó muy joven, con 13 años. Como era hombre, era normal». Pasaron años hasta que vio que su hermano era alcohólico. «Mi padre siempre estaba enfadado con él, y mi madre, preocupada, de los ocho era el que daba problemas. Trabajaba, se casó, se divorció por culpa del alcohol y dejó de tener contacto con los niños. Yo ya veía que había que hacer algo, pero mi madre le iba controlando el dinero... Hasta que ella falleció y nos pasó el testigo a nosotros. Probamos con psicólogos, pero volvía igual... Me hablaron de Adiante... Aquí fue donde me enseñaron que mi hermano tenía una enfermedad y necesitaba una atención específica, yo antes pensaba que era un borracho. Falta información por parte las Administraciones, los médicos de familia... para saber cómo tienes que actuar».

Su hermano dejó la asociación, recayó y transcurrieron diez años hasta que llamó de nuevo a esa puerta. Los talleres no solo le ayudan a él. «He aprendido a expresar mis emociones y a conocerme mejor a mí misma, y a comunicarme con él, nunca había tenido una conversación con él, sentía rabia y frustración, me parecía que no dejaba de beber porque solo pensaba en sí mismo... Ahora hablamos de todo».

Doble estigma para las mujeres

Para las mujeres alcohólicas, el estigma social es doble. «Eres víctima de malos tratos», señala Pili, que agradece mucho el apoyo de sus amigos. A ella la salvaron «las ganas de vivir». «Nunca había sido tan consciente de lo bonita que es la vida, quizás porque me inicié tan temprano y crecí en una familia donde beber era algo normalizado, en un ambiente social... Estaba como adormecida». Sabe que siempre será alcohólica. «Si te das permiso de beber es que has bajado todas las guardias. El día que pienses que eres ex alcohólica es el primer día de volver a beber. Buscamos excusas para justificarnos, es complicado entenderlo».

«No puedes volver a tocar el alcohol», remarca Fina. «Ni la cerveza sin alcohol, solo olerla despierta algo». Ella solía tomar vodka, ginebra y ron, «porque te coloca antes»; y Pili, whisky. Las bebidas destiladas son más comunes entre las mujeres. Durante la pandemia, ellas son quienes han sufrido más recaídas, según se evidenció en el reciente encuentro nacional de mujeres adictas en rehabilitación, celebrado en As Pontes y organizado por la Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y Familiares de España (CAARFE), la federación gallega y Adiante, con apoyo de la Diputación y del Concello.

Las mujeres también son mayoría en la terapia para familiares en Adiante (cuyos servicios son gratuitos, con una cuota trimestral de socio de 20 euros, en el número 638 471 793) y en los talleres mixtos. «Aquí nadie te juzga, te crees que eres la única persona que consume y que hizo cosas para consumir, y cuando te sientas en terapia y escuchas te das cuenta de que eres una más», subraya Pili. «Está normalizado, te inician tus padres, no se ve como una droga y es la más dura que existe», reitera. «La juventud asocia alcohol a diversión», alerta Fina. «Alcohol, libertad», apuntala Pili. Fina se encuentra bien, con ganas de seguir: «Tengo días peores, sigo acordándome de consumir todos los días».