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Lucía Legaspi, policía local de As Pontes: «La maternidad es mil veces más dura que el deporte de competición»

ANA F. CUBA AS PONTES / LA VOZ

AS PONTES

La agente reconoce que la disciplina del deporte de élite le ha ayudado en el resto de facetas
La agente reconoce que la disciplina del deporte de élite le ha ayudado en el resto de facetas JOSE PARDO

La dos veces campeona de España júnior de taekuondo logró un bronce en un campeonato del mundo y otro en un europeo

17 mar 2024 . Actualizado a las 18:40 h.

Lucía Legaspi Bouza (As Pontes, 43 años) empezó a practicar taekuondo con seis años, y a los 13 decidió que ese era su deporte: «Me enganché, sobre todo a la competición... a mí me gustaba el combate». La dos veces campeona de España júnior y «unas cuantas» de Galicia, logró una medalla de bronce en un campeonato del mundo celebrado en Barcelona (con un brazo roto desde el primer combate) y otra en un europeo en Zagreb.

«Fue una adolescencia totalmente condicionada por el deporte, con temporadas en el CAR [Centro de Alto Rendimiento] de San Cugat. Eran otros tiempos, con 13, 14 o 15 años por el mundo adelante, sin teléfono móvil. A mí y a los compañeros nos dio la oportunidad de salir de aquí, visitar muchos países... la experiencia fue muy buena», resume. Recuerda la dureza de los entrenamientos y los sacrificios a la hora de comer: «Siempre tenías que estar por debajo del peso de tu categoría, no es fácil no caer en algún trastorno como la bulimia o la anorexia».

Pero lo más difícil, admite, «fue dejar de hacer deporte, sobre todo dejar de competir, porque la gente se hace una idea de ti, en el instituto eres ‘la que hace deporte', te etiquetan, y cuando lo dejas desapareces... y nadie te dice cómo tienes que encaminar tu vida; les pasa a todos los deportistas de élite».

Lucía se apartó de la competición con 18 años. Renunció a una beca ADO (Asociación de Deportistas Olímpicos) de cinco millones de pesetas (30.000 euros), «que era un dineral». «Quería estudiar, ya había estado en el CAR y sabía lo difícil que era compaginar estudios y entrenamiento, se puede hacer, pero yo quería acabar rápido la carrera y ponerme a trabajar», explica. Estudió Enfermería y Fisioterapia, pero el afán por conseguir un empleo fijo que le permitiera crear una familia la llevó a convertirse en policía local de su pueblo. «Había trabajado de enfermera y mientras preparaba oposiciones estaba de camarera los fines de semana en un bar. Mi jefe nos animó a un compañero y a mí a presentarnos a una plaza interina en la Policía Local, yo dije que no, e insistió», relata. 

Una cuerda «decisiva»

Dos semanas después se apuntó. «Pero no pasé la prueba física, había que subir por una cuerda y me quedé colgada como un chorizo. Yo, que había hecho deporte toda la vida», cuenta, divertida. El gimnasio —«me apunté por orgullo»— hizo que seis o siete meses después, cuando se convocó una plaza fija, trepara por la cuerda sin titubeos. Aprobó, completó la formación en la academia de A Estrada y con 27 años alcanzó la meta que ansiaba para caminar hacia su verdadero propósito vital, ser madre.

«Dos años y medio después nació mi primer hijo, que tiene 13 años, después la niña, de 11, y el pequeño, de 9. Siempre tuve muy claro que quería tener hijos, era mi ilusión formar una familia grande, como la de mi madre, eran ocho hermanos. Me sentaba detrás del banco de mi abuela y le decía ‘tendré nueve hijos'», confiesa. «Hubiera tenido más, pero las circunstancias... y aún no lo tengo cerrado totalmente, si mi marido se animara...», comenta entre risas, pero muy en serio.

La maternidad ha sido su combate más difícil, que repetiría sin dudar: «Es más duro que el deporte de competición, mil veces más». Ambos implican renuncias, pero la maternidad «es para siempre». Y en su caso, la prueba se complicó porque sus dos hijos mayores tienen altas capacidades. «Las familias no estamos preparadas para esto, sobre todo a nivel emocional... ni los colegios, ni la sociedad. No sabes qué pasa hasta que alguien te lo dice, en nuestro caso fue la pediatra, y a partir de ahí te vas encaminando y te pones a luchar contra el sistema... No son niños entendidos, tienen necesidades específicas de apoyo educativo, sobre todo a nivel emocional, porque ellos no tienen un control en ese sentido».

La disciplina que adquirió como deportista de élite le ha servido como madre: «Te ayuda en todo, a organizarte. Hay una edad en que piensas que te perdiste cosas porque estás desconectada del resto de tu grupo, estás en otro, en una burbuja donde te sientes a gusto, y te ves descolgada de tus amigas, que llevan cinco años saliendo. Pero no lo cambiaría [...]. Me considero muy afortunada».