
Antiguos y nuevos establecimientos mantienen viva en la comarca de Ferrolterra la esencia de las tiendas-bar de antaño
02 may 2018 . Actualizado a las 14:14 h.En el corazón del barrio de Canido, Alicia Bellón y Queca Aguilar acaban de abrir un bar de lo más singular. Se llama Artesa y, además de servir cañas, vinos y deliciosas «artesanas» -una especie de pizzas preparadas sobre pan gallego con productos típicos del país como chicharrones, jamón asado o queso de Arzúa y Moeche-, también funciona como un pequeño colmado. «Vendemos vinos de Alicante, La Rioja y Galicia, conservas de La Pureza de Cariño y de La Góndola de Portugal y en breve también tendremos chocolates de Ribadeo», explica ilusionada Alicia Bellón.
Con un éxito arrollador, que ni siquiera las propias responsables se imaginaban en sus mejores sueños, la apertura de la Artesa ha venido a dinamizar el cada vez más bullicioso sector hostelero de Canido, inspirándose para ello -aunque de una manera totalmente renovada- en las tiendas-bar de toda la vida, un tipo de establecimiento que tiende a desaparecer, pero que en la comarca todavía cuenta con un buen puñado de referentes.
Entre ellos se encuentra Casa Castrillón, en O Chao de Lamas (San Sadurniño), un negocio con más de cien años de historia que cuenta con servicio de bar, taxi y una tienda en la que se puede comprar desde comestibles hasta tornillos, pasando por calzado y productos de droguería. «En breve ya no ofreceremos el servicio de taxi, porque de eso se encarga mi marido y el mes que viene se jubila», anuncia Amparo Castro, quien comanda el negocio desde hace décadas junto a su esposo, Carlos Castrillón Yáñez, nieto de los fundadores.

Amparo cuenta que el negocio de las tiendas-bar sufrió mucho con la aparición de los supermercados y asegura que si la suya sobrevive es gracias a la fidelidad de los clientes de siempre. «Además, estamos enfrente de la iglesia, y eso siempre ayuda, porque abrimos los domingos por la mañana y mucha gente aprovecha para comprar después de ir a misa», explica Castro.

De ese bajón en las ventas también da cuenta Lola Rodríguez, de la Taberna de Chis, una tienda-bar que abre sus puertas en Santa Cecilia desde hace ya cincuenta años. En la zona dedicada a ultramarinos, Lola y su marido, José Martínez, «Chis» -hijo de los fundadores- venden un «poco de todo» y, aunque se quejan de que el negocio bajó mucho en los últimos años, creen que mantenerlo tiene sus ventajas. «Es un reclamo más y una cosa tira de la otra; hay gente que viene a tomar un vino y aprovecha para comprar algo en la tienda y también sucede al revés», comenta Lola.

De la nostalgia por esos antiguos colmados con bar también pueden hablar largo y tendido los vecinos de San Jorge, donde el veterano bar-estanco Claudina ya no funciona como tienda -como sí hacía antaño-, aunque sigue vendiendo tabaco y lotería. El establecimiento toma el nombre de su fundadora, Claudina Díaz Sanz -quien también puso en pie el restaurante al pie de la playa-, y hoy lo lleva su nieta, María Mirelles. «La venta de tabaco ha bajado mucho, pero el estanco sigue siendo un buen complemento para atraer a más clientes al bar», advierte el hijo de Mirelles, Luis Ángel Díaz.