El campanario de la discordia en Cedeira: huéspedes de una casa rural se quejan del volumen del reloj de la iglesia de San Román y los vecinos se niegan a bajarlo

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

CEDEIRA

Luis Loureiro, uno de los cuatro vecinos que se encargan del mantenimiento de la iglesia, al pie del campanario
Luis Loureiro, uno de los cuatro vecinos que se encargan del mantenimiento de la iglesia, al pie del campanario I. F.

Una empresa homologada medirá el sonido en el interior del hospedaje y el nivel acústico del aparato se ajustará a lo que marca la ley

01 jun 2024 . Actualizado a las 11:20 h.

En 1990, los vecinos de la parroquia de San Román, en Cedeira, decidieron comprar un reloj para la iglesia, «co obxectivo de marcar a vida na aldea e alertar, cando sexa preciso, dos acontecementos». Con los donativos recaudados, casa por casa, adquirieron el equipo (con un amplificador y altavoces) y lo instalaron en el templo. En estos 34 años, el reloj ha servido «de orientación horaria para quen, abstraído, traballa as súas leiras; e de vía de comunicación cando falece algún veciño». Durante años tocó de ocho de la mañana a once de la noche, dando las horas y los cuartos, y con un breve fragmento de Alborada da Veiga antes de anunciar las 8.00 y las 23.00.

Sonaba, además, para informar de que había un difunto en la parroquia, un entierro o un funeral de aniversario, «facilitando así o traballo da persoa encargada da campá da igrexa», indica la asociación de vecinos. Hasta que surgieron las primeras protestas de los propietarios de la pensión rural situada a pocos metros del templo, al lado del atrio, por las quejas de sus huéspedes. «En 2016 compramos la casa, que ya tenía un uso turístico, y un año después empezamos a funcionar. El sonido era razonable y no le dimos más importancia [...], pero en 2019 comenzó a subir», explica el propietario del alojamiento, que prefiere omitir su nombre.

La casa rural se encuentra a pocos metros de la iglesia de San Román, justo del otro lado del atrio, a una distancia similar a otras viviendas en las que nadie se queja del volumen del reloj
La casa rural se encuentra a pocos metros de la iglesia de San Román, justo del otro lado del atrio, a una distancia similar a otras viviendas en las que nadie se queja del volumen del reloj I. F.

El cambio coincidió, según señala, con el fallecimiento de «Jesús, la persona que manejaba la iglesia», sustituido «por otro equipo de mantenimiento, con cuatro personas», y la llegada de un nuevo párroco. «En 2020 hablé con él por primera vez, vino a mi casa y admitió que tocaba muy alto, llamó a uno de los encargados para que lo bajaran, y lo bajaron», relata. Asegura que de julio de 2020 a octubre de 2021 se mantuvo, pero con el cambio a la hora de invierno «volvieron a subirlo, a más de 80 decibelios (en el interior de la casa, medidos con un sonómetro)».

«No pueden dormir»

«Desde entonces recibimos muchas quejas de gente que se alojaba aquí [...], y desde que hablé con el cura llegó a subir tres veces», añade. Y alude a una conversación con el presidente de la asociación de vecinos: «Le dije que, a nivel personal, a mi mujer y a mí no nos importa, pero a nivel profesional es un desastre, cada tres personas que vienen se queja una o escribe una reseña negativa en internet, porque la gente paga mucho por quedarse aquí y no puede dormir».

El reloj nunca ha sonado por la noche. «Pero —replica— la gente que viene a una casa de turismo rural hace siesta o se levanta más tarde». Volvió a hablar con el sacerdote, «y el volumen se redujo dos veces, pero los de mantenimiento volvieron a subirlo [...]. En febrero de 2024 llegó a 86 decibelios y la normativa dice que no se puede pasar de 65», aduce, en alusión al límite acústico para zonas residenciales que fija la Ordenanza de protección contra la contaminación acústica de Galicia, aprobada por la Xunta el 26 de noviembre de 2018.

Acabó recurriendo al Concello de Cedeira y, aconsejado por la Policía Local, habló de nuevo con el cura, que después acudió con dos agentes municipales, que realizaron una medición del sonido dentro de la casa rural y elaboraron un informe, que concluye «que apenas se rebasaban los límites que marca la normativa». Entonces acordaron suprimir tanto los cuartos como la melodía de Alborada da Veiga, tocando únicamente las horas desde la segunda semana de marzo. La tranquilidad duró poco.

Una tensa reunión

«Después de Semana Santa hubo un funeral, vino alguien del equipo de mantenimiento y subió el volumen otra vez, no dijimos nada, pero a principios de abril, tras el cambio de hora, uno lo volvió a subir y puso de nuevo la melodía [...], llamé al cura y me dijo que él no lo había autorizado», abunda. La discordia se evidenció en una tensa reunión convocada por el colectivo vecinal, a la que asistieron los dueños del hospedaje, Policía Local y algún responsable municipal. «Acordamos que viniera una empresa autorizada para medir dentro de su casa», apunta la secretaria de la asociación, Verónica Acea. Cuenta, por otro lado, que los dueños del establecimiento también protestan por el ruido de las verbenas de la parroquia, una en agosto y otra en octubre.

El colectivo vecinal lamenta que «logo de 34 anos sen incidencias, pola vontade unilateral destes veciños, suprimíronse os toques dos cuartos e o fragmento da Alborada da Veiga, e reducíronse os horarios e o volume, facendo que desde algún lugar da parroquia non se escoite, o que provocou que non tivesen coñecemento dalgún dos últimos falecementos [...]. Isto provoca sorpresa e malestar entre os veciños, que esixen unha solución».

El dueño del hospedaje se pregunta «por qué la iglesia de San Román tiene que ser la única de Cedeira en la que el reloj del campanario se oye en toda la parroquia». Entiende que «tendrá que estar como las demás». Luis Loureiro vive justo en frente del atrio, es el campanero y uno de los responsables del mantenimiento del templo de San Román. «Estou desgustado —admite—, el empezou a queixarse polas campás e nós empezamos a protestarlle pola hedra da súa finca, que medra por riba dos nichos, e algo quitou». Y el párroco, Antonio Rúa, da por resuelto el problema: «A partir da medición da empresa homologada, terá o volume que marca a lei».

«Quería que se amigaran»

Rúa admite que la melodía previa a los toques de primera y última hora del día «era algo desagradable». «Mellor era que ninguén protestara e seguir tocando coma sempre, pero no momento que alguén denuncia [...]. Eu quería que se amigaran, hai que vivir todos xuntos cun mínimo de paz e tranquilidade». Para evitar la tentación de variar el volumen y ahondar en las desavenencias, avanza que «se vai elaborar unha caixa de madeira con chave para gardar o mecanismo e que ninguén poida andar cambiándoo».