Sofía Picos, profesora de Cedeira: «Mi éxito es el éxito de mis alumnos, lo que más me gratifica son sus logros»

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

CEDEIRA

Sofía con la bolsa de «profe retirada» que le han regalado sus alumnos de 2.º de Bachillerato
Sofía con la bolsa de «profe retirada» que le han regalado sus alumnos de 2.º de Bachillerato CESAR TOIMIL

Esta catedrática de instituto se jubila el 31 de agosto después de 34 años en el IES Punta Candieira

30 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La cedeiresa Sofía Picos Nebril, catedrática de instituto en la especialidad de Física y Química, cumplió 60 años el 1 de enero y está a punto de jubilarse. «Me retiro el 31 de agosto, quise acabar el curso con los alumnos de 2.º de Bachillerato porque ya llevaba cuatro años con ellos», explicaba hace unos días, aún emocionada por el cariño con que la han despedido sus compañeros, con una comida con 60 personas e «increíbles regalos», y los estudiantes del IES Punta Candieira, muchos alumnos suyos, que le hicieron un pasillo en el instituto. «No lloré porque soy un toxo, estaba como en otro mundo y aguanté», insiste entre risas. Este es el centro en el que ha discurrido toda su carrera profesional desde que, como repite ella en tono jocoso, «el burro tocó la flauta», y superó las oposiciones.

Pero de casualidad tuvo poco aquel aprobado a la primera. Sofía estudió en el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia, como todos los de su promoción. Se preparaban en Cedeira, en la academia de «don Severino, con tres aulas de 20 o 25 niños en cada una, y mucha tensión, porque había que dar el temario entero, de abajo arriba y de arriba abajo, y repasarlo». Y cada trimestre se examinaban en el Sofía Casanova —«era femenino y en Cedeira la educación siempre fue mixta, cuando entraban los chicos era tremendo»—, el instituto ferrolano donde cursó COU. Ella, su hermano y sus primos fueron la primera generación de su familia que accedió a la universidad.

Sus padres querían que fuera maestra, pero ella se decantó por la química, en Santiago, y al acabar logró una beca para el doctorado. «Después pedí otra, que no me dieron, y me fui a trabajar a una fábrica de Pontevedra. Entré en febrero y una compañera de la facultad me matriculó en las oposiciones. Las preparé entre febrero y agosto, trabajando, y sonó la flauta», repasa.

En el aula desde 1990

Pensaba que tardaría en conseguir plaza en la universidad (aunque al final se hubiera colocado aquel mismo año, como les ocurrió a sus compañeros) y no llegó a leer la tesis, y en 1990 se incorporó al IES Punta Candieira, fundado tres años antes. De profesora en prácticas pasó a provisional y acabó ocupando la plaza del que había sido director, que se fue a Santiago. «No me arrepiento nada de haberme venido a Cedeira —recalca—, aquí tuve a mis dos hijos, cedeireses hasta la médula, los crie con mucha mano de mis padres y mis suegros...».

Esta «gran docente e mellor persoa», como la definen sus compañeras del IES, se declara «antipática y poco empática, todo al mismo tiempo», en su relación con el alumnado. «Aún hoy, los niños pequeños a los que no doy clase se me ponen firmes en las guardias», dice. Su relación con los alumnos comienza en 2.º de ESO, sigue en 3.º y después se retoma en el Bachillerato: «Los de los primeros cursos conocen a una Sofía rabuda. Los que llegan a 2.º de Bachillerato, donde lo doy todo porque me encanta y disfruto, conocen a otra Sofía».

Siempre fue buena estudiante, reconoce que es «muy exigente a nivel académico» y advierte que el nivel «ha bajado»: «Las clases de ahora no son las de hace 20 años, si hoy les pongo un examen de los de entonces...». Pero sus exalumnos de Química (alguno ya compañero docente en el IES) le cuentan que en primero de la carrera «se lo saben todo». «Algo bueno debo haber hecho», admite. «Soy muy trabajadora y muy constante, todo lo que me dicen lo hago, un viernes a las tres de la tarde me nombraron directora, lloré todo el día... y roí dos años, me costó mucha vida [formó parte de varias directivas]. Soy muy puntual y muy clara —subraya—. Llevo toda la vida enseñando los exámenes, conmigo sabían a qué atenerse. También soy una boca chanclas, y todo lo que me pasa por la cabeza lo digo».

«Soy de la vieja escuela»

«Mi éxito es el éxito de mis alumnos, lo más gratificante son sus logros (en Cedeira hay gente muy lista) —reitera—. Soy de la vieja escuela, abrazar al niño y hacer de psicóloga, no, y admiro a la gente que lo hace, pero no doy esa confianza». Recuerda sus comienzos, con apenas seis años de diferencia de los estudiantes —«me preocupaba que fueran a preguntarme algo que no sabía, estudiaba la víspera, lo llevaba todo memorizado»— y asegura que en los últimos años ha disfrutado más, sobre todo en las clases de 2.º de Bachillerato.

En 34 años como docente, ha visto «cuatro o cinco leyes distintas»: «Salvo la que implantó la ESO, que cambió los criterios de evaluación y nos obligó a valorar otras cosas y aprobar a gente muy trabajadora aunque no llegara al cinco... eso sí me gustó. Del resto, pasé de todo, seguí haciendo lo de siempre, los mismos contenidos». Eso sí, aclara, «muy mejorados», porque nunca ha querido quedarse atrás: «Ahora tengo unos vídeos espectaculares, que ojalá los hubiera visto cuando estudiaba; los materiales son muy buenos y yo me fui renovando, la primera en la pizarra digital, la primera en las videoconferencias en la pandemia (que afectó mucho a la convivencia, y no se ha recuperado)...».

Para esta veterana de las aulas lo peor de la profesión «es la burocracia». Destaca que los docentes recién llegados «son gente joven muy válida y muy competente». «Pero los de mi edad ya tenemos otra vida y otra forma de ver...». Atrás quedan los primeros años en el IES, «la época de soltería, los jueves de carallada, los cursillos de baile y los ensayos...». Y por delante, toda la energía y una vida entera.