Los tangos de Dopaflor, el dúo formado por una arquitecta y violinista argentina y un joyero y guitarrista de Cedeira

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

CEDEIRA

Los integrantes del dúo Dopaflor, Florencia y Dopa, en la relojería con sus instrumentos
Los integrantes del dúo Dopaflor, Florencia y Dopa, en la relojería con sus instrumentos JOSE PARDO

El bisabuelo materno de Florencia emigró a Santa Fe con su violín y ella emprendió hace seis años el camino inverso, y hoy toca con Dopa, un músico cedeirés muy querido

28 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tendría seis años cuando a su hermana le tocó una guitarra en el supermercado de su abuelo. «Como ella no la tocaba, la tocaba yo», recuerda Juan Carlos Dopazo, Dopa (Cedeira, 58 años). A los nueve se apuntó a las clases de Ricardo Freire, un gallego recién llegado de Argentina, con quien aprendió «un poco de solfeo». Este músico autodidacta aprovechó todas las oportunidades de formación que iban surgiendo en su pueblo y, sin pisar el conservatorio, ha tocado en la Big Band Cedeira, en el grupo de swing y rhythm & blues The Barefoots (en alusión a los discalzos, mote de los cedeireses) y en otras formaciones, actuando en bares, fiestas y auditorios.

Dopazo es el nombre de su joyería relojería, donde trabaja, en la plaza Roxa. «Viene del 65, cuando nací yo, mis padres alquilaron el local y después compraron este, donde estamos desde 2003», detalla. Ese mismo año cerraron la tienda de Valdoviño y repartieron la mercancía entre la de Cedeira, que gestiona él, y la de A Coruña, en manos de su hermana. «Hice algún curso de relojería y algo de joyería, y fui aprendiendo con mi padre», comenta. El verano y la Navidad son los períodos de más ventas. «Los tiempos han cambiado y hay que adaptarse. El oro está imposible, muy caro, y hay que ofrecer plata y bisutería», dice.

Un día, hace ya tres años, vio un cartel que ponía «se dan clases de violín», hurgó en el armario, y junto al acordeón, el clarinete o el teclado se encontró un violín, y se anotó. La maestra era María Florencia Pagnuco, una argentina de 36 años que recaló en España hace seis, «como tantos, en busca de condiciones mejores», y lleva cuatro en Cedeira. Compaginó los estudios de Arquitectura y Música en la universidad de Santa Fe, su ciudad natal. Hasta allí viajó su bisabuelo materno desde Asturias con su violín a cuestas. «Fundó la Sinfónica de Santa Fe, la escuela de música, el centro asturiano... su hijo, mi tío abuelo, también fue violinista, y luego saltó varias generaciones y llegó a mí (la afición)», repasa. La historia se repite, «ahora de allá para acá».

Arquitecta, como su padre, se especializó en Brasil en patrimonio y rehabilitaciones, y ya ha realizado varios proyectos en Cedeira, como el del Palacete, para albergar la colección de Rafael Usero, o el del molino de Espiñaredo. Pero su gran pasión, «la que no puedes dejar nunca», como un día le dijo un docente que era músico y aviador, es la música.

Cedeira le encanta: «Es un lugar increíble, está lleno de músicos; todos, niños y adultos, tocan, y hay muchos espectáculos». Solo faltaba el violín, y en la escuela de esta argentina que da clases desde los 15 años ya hay 15 alumnos, de los 2 a los 75. Entre ellos, Dopa: «Es como un músico oculto en la relojería, súper conocido, todo el mundo quiere tocar con él. Compone y hace arreglos (de todas las piezas que interpretamos juntos), pese a que no estudió música profesionalmente». Tocaban juntos en alguna fiesta o con amigos, pero le costó persuadirle para crear un dúo, violín y guitarra, y así nació Dopaflor.

Ahora Dopa está feliz: «El dúo me hace mucha ilusión, Florencia es muy buena, una gran profesional, me inspira...». Hace unos días actuaron en la iglesia de Régoa, por las fiestas, y el 25, en el acto que organizó el Concello. Tocan tangos, la especialidad de la violinista, boleros, «porque casi siempre hay mucha gente mayor», y música tradicional gallega.