El edificio que hoy alberga uno de los mayores museos del mundo dedicados a la historia de la navegación y de los barcos se construyó entre 1770 y 1780 para instalar en su interior las fraguas del Arsenal ferrolano
30 mar 2010 . Actualizado a las 20:40 h.Como tantas otras cosas en el Ferrol de la Ilustración, el edificio de las Herrerías, cuyo nombre no deja lugar a dudas sobre su vocación primigenia, la laboriosa doma de los metales, se construyó a raíz de una idea de Julián Sánchez Bort. Aunque, vaya por Dios, tampoco esa vez la idea se desarrolló atendiendo exactamente a lo que había pensado el marino, arquitecto e ingeniero ilustrado. Con todo, hay que reconocer que las Herrerías sorprenden a cualquiera que acuda a visitarlas. No solo por lo que hoy contienen, el mayor de los museos del mundo dedicados a la historia de la construcción naval y la navegación (por tanto, de los barcos), sino el monumento en sí. Tal y como suele señalar el almirante (y también ingeniero, además de ilustrado) José Castro Luaces, que lideró el largo proceso que permitió devolver a las Herrerías su aspecto original e instalar en su interior el museo allí creado, el de las Herrerías, es, en sí mismo, un inmueble en el que lo inesperado ha sabido hacerse, más de una vez, presente. Por citar solo algunos ejemplos: primero, en su interior hay pozos de agua dulce, cosa que no tendría mayor trascendencia... si no fuese porque está construido sobre terrenos que originalmente cubrían las olas cuando subía la marea; segundo: las llamadas bóvedas planas, que hoy pueden apreciarse perfectamente, parecen desafiar a la ley de la gravedad con una soltura que no ha sido fácil explicar siempre; tercero, la rehabilitación ha permitido averiguar que la estructura de la construcción está sujeta con tirantes metálicos, cosa infrecuente; y cuarto, la restauración también sacó del olvido algunos habitáculos secretos con camastros dentro que hace pensar que ya por los años de los ilustrados había quien buscaba la manera de que las noches de vigilia no fuesen más aburridas de la cuenta.
Las chimeneas
La restauración del edificio de las Herrerías ha permitido, entre otras cosas, que recuperase las chimeneas que, cuando fue construido, servían a las fraguas. Y también que se eliminase la planta añadida durante el siglo XX. A raíz de esa misma restauración, la fachada que mira al Cantón de Molins es hoy, como antaño fue, una fachada ciega; y la razón de esto último se asienta sobre una evidencia: no podría haber ventana alguna allí donde las antedichas chimeneas ascendían, pegadas a la pared, para enviar el humo mejor cuanto más lejos. Paralelamente a esa pared discurría el antiguo foso del Arsenal, ese que -creo que alguna vez lo hemos contado ya, sí que está uno condenado a repetirse siempre- a menudo servía de refugio a las lanchas de los pescadores cuando se acercaba la tormenta. En algún momento se pensó en incluir el tramo situado frente al edificio entre las zonas en las que el foso podría salir a la vista de nuevo. Pero se decidió no hacerlo. Por lo menos, de momento.