
El famoso velero se construyó como barco de carga y fue transformado en buque escuela en Cádiz en 1923
29 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El Galatea nació como barco de carga, lo que los ingleses llaman un «tea trader» o transportador de té, en 1896. Estos cargueros hacían la ruta de América y de Asia con carga, su primer nombre fue Glenlee, es de origen escocés y quiere decir valle o desfiladero entre aguas donde sopla el viento, existen en la actualidad otros tres buques, que fueron construidos en los mismos astilleros, salvados del desguace y convertidos en museo marítimo, uno se encuentra en San Francisco, otro en Filadelfia y otro en las islas Hawai. En la primera Guerra Mundial fue utilizado por la Armada inglesa y, al finalizar la contienda, continuó con su cometido de nuevo como buque mercante hasta finales del año 1919. Posteriormente fue vendido a la naviera italiana Stella donde prestó servicio con el nombre de Clarastella, la naviera Stella le dotó de dos motores diesel que movían dos hélices tripala con arbotantes de sujeción, con lo que lograba alcanzar la velocidad de ocho nudos, se instalaron dos chimeneas en el mesana, se eliminaron varias vergas y se dio un acondicionamiento mejor a los alojamientos de la tripulación, también se le instaló corriente eléctrica.
En Cartagena
Después de tres años bajo pabellón italiano, el gobierno español se interesó por el velero, comprándolo por 650.000 pesetas, siendo Cartagena el primer puerto español en que atracó, con fecha 14 de diciembre de 1922.
Posteriormente fue conducido a Cádiz para convertirlo en Buque Escuela de Guardiamarinas en los astilleros Echevarrieta y Larrinaga, según consta en contrato de 30 abril de 1923, fue adaptado como buque escuela de guardiamarinas, siendo su primer comandante el Capitán de Fragata Don Ramón Martínez y Del Moral.
Una vez realizados las reparaciones y reformas como buque de instrucción, comenzó sus viajes haciéndose a la mar en el año 1925, el mal lastrado que se hizo en su quilla para bajar el centro de gravedad a fin de que ofreciese buenas condiciones marineras, impedía el correcto tratamiento de su obra viva, lo cual, unido al mal estado de sus fondos, fue decisivo para dejarlo amarrado en el Arsenal Militar de Ferrol al acabar su última singladura el 15 de diciembre de 1959, de allí pasó a la estación Naval de La Graña, donde seguiría formando a los futuros contramaestres de la Armada.
Al no decidir la Armada el desguace del Galatea, sin dotación y abandonado a su suerte, fueron desapareciendo sus portillos de bronce, motones, pastecas, cabilleros y muchas otras piezas, mas por nostalgia que por animo de lucro. El Galatea desarbolado y sin sus pertenencias era la sombra de su imponente figura de otros tiempos, hubo varias propuestas; una de ellas fue llevarlo al lago de la Casa de Campo en Madrid, finalmente se decide que para la Expo de Sevilla se conserve el buque como centro de comunicaciones y se amarre junto a la Torre del Oro, ya en Sevilla se desiste de su rehabilitación por el elevado coste de la misma y es abandonado a su suerte, sufre dos incendios, da refugio a mendigos y las pocas cosas de valor que aún conserva fueron desapareciendo hasta ocasionar la entrada de agua por falta de las válvulas de cobre del fondo, lo que motivó que su casco reposara en el lecho del río, se reflotó y se vendió en pública subasta gracias a la mediación de Hamis Hardie, autor del libro «El holandés tenía florines», donde narra las peripecias desde su adquisición en España hasta su puesta de largo una vez restaurado en Glasgow.
En A Graña aún se conserva el mascarón de proa y un pescante completo y en el Museo Naval de Ferrol mobiliario de la sala de oficiales, la bomba real y los puños de las velas de capa, así como los muebles del camarote del comandante. ¿A qué esperas para visitarlo?