
El origen de esta sentencia se remonta al año 1866, a bordo de la fraga española La Almansa, en el combate de El Callao
03 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Es muy común y frecuente entre los marinos el usar esta expresión cuando las cosas no van bien, o podían ir mejor, o incluso cuando el ambiente no parece oportuno para realizar ciertas tareas. Muchos son los que conocen y han usado esta mítica frase alguna vez en su vida, pero como todo siempre tiene un origen, en este caso podríamos preguntarnos ¿por qué, dónde y cuándo se utilizó la primera vez?
Pues para dar respuesta a esta cuestión tenemos que dar un salto histórico al año 1866, concretamente al combate de El Callao, en el cual a dos fragatas españolas de hélice, la Almansa y la Blanca, se les asignó bombardear las costas peruanas. La Almansa, mandada por Victoriano Sánchez Barcáiztegui, era después de la fragata blindada Numancia, el buque más poderoso de la escuadra del Pacífico. Le tocó, en aquella ocasión, batir la zona del puerto, donde se encontraban anclados los buques de guerra peruanos. Protegía también aquella zona un enorme cañón Blackely de a 500 libras, apodado Cañón del Pueblo, que era capaz de atravesar sin problemas el casco de madera de la mayoría de las embarcaciones españolas que estaban presentes.
La fragata española solo tenía a su lado a la pequeña goleta Vencedora, de la que no pudo obtener mucha ayuda ofensiva. Así pues, la Almansa empezó las operaciones de bombardeo batiéndose de manera impresionante. Pero, a su vez, recibía un castigo tremendo de los peruanos. En un momento dado, una granada explotó provocando un incendio a bordo, que se propagó con mucho peligro por el sollado, llegando incluso a temerse que alcanzase la santabárbara, espacio donde se custodiaba la munición, lo que hubiese supuesto la más que posible explosión de todo el buque.
El comandante fue aconsejado por sus subordinados de que lo mejor era anegar de agua aquella zona para evitar una deflagración, aunque aquello supondría que tendrían que retirarse del combate al no poder disponer de pólvora. El comandante no se lo pensó dos veces y con gesto serio soltó una frase para la posteridad, de esas lapidarias que no admitían réplica alguna: Hoy no es día de mojar la pólvora. Así que se retiraron momentáneamente a sofocar el incendio y, tras conseguirlo, volvieron a la acción al cabo de media hora, igual de combativos que antes. La fragata tuvo nueve muertos y 26 heridos de consideración, sufriendo multitud de impactos que no ocasionaron daños graves, salvo aquella granada, claro. La Almansa terminaría su vida operativa veinte años después como buque escuela, en lo que fue una especie de buen retiro para un gran combatiente.
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