
Maria «La Bailadora» se enfrentó a los turcos con un arcabuz
05 oct 2019 . Actualizado a las 14:00 h.Y no nos referimos, esta vez, a Ana María de Soto... Aquella mujer alistada con nombre de varón, en los Batallones de Marina allá por el año 1794 y de la que ya hemos contado su historia en estas páginas. Hoy hablaremos de María, conocida como María «La Bailadora», un personaje real pero envuelto en un halo de romanticismo que le hacen parecer fruto de la imaginación de un novelista.

La batalla de Lepanto, en 1571, enfrentó a la llamada Liga Santa (dentro de la que se encontraba España) contra el Imperio Otomano (ya sabéis, los turcos...), dos culturas disputándose la hegemonía del Mediterráneo occidental.
Todos conocemos el desenlace y la gran victoria de nuestros compatriotas pero, dentro de ese escenario épico se nos cuela la figura de una mujer, que disfrazada de hombre y armada con un arcabuz y, probablemente, una espada de doble filo adaptada tanto para cortar como para ser clavada, entra en combate cuerpo a cuerpo y gracias a su pericia militar con dichas armas se produce una de las primeras bajas en el bando enemigo. Su valor demostrado la convierte en leyenda...
Pero, ¿Qué «pintaba» una mujer en el fragor de una batalla en aquellos tiempos? Un soldado llamado Marco Antonio Arroyo, partícipe y testigo presencial en Lepanto, publica en Milán (entonces perteneciente al reino de España) una «Relación del Progreso de la Armada de la Santa Liga» en el año 1576 y en sus escritos cita, brevemente, que una mujer española ataviada como soldado se había «colado» en la Armada y estas son sus palabras textuales: «Mujer española hubo, que fue María, llamada la bailadora, que desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que á muchos turcos costó la vida, y venida a afrontarse con uno de ellos, lo mató á cuchilladas. Por lo cual, ultra que Don Juan le hizo particularmente merced, le concedió que de allí adelante tuviese plaza entre los soldados, como la tuvo en el tercio de Lope de Figueroa».
¿Por qué no tenemos noticias de su existencia procedentes de otras fuentes? Puede deberse a varios motivos, por un lado la expresa prohibición del Generalísimo don Juan de Austria de «embarcar mujeres y gente inútil»... y por otro, la misoginia de la época.
Sin embargo, en el bando turco sí que había mujeres y hasta niños el día de la contienda, raptados en sus incursiones por el Mediterráneo y que formaron parte de los 15.000 esclavos cristianos liberados en aquella jornada gloriosa. Y podríamos preguntarnos también ¿Qué llevó a María a arriesgar su vida de aquella manera? Dicen que el amor por un soldado de los Tercios..., pero eso nunca lo sabremos.
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