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«Tener a mis mellizos 54 días en la uci ha sido la prueba más dura de mi vida»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Luis Rodríguez, «Monín», retratado este sábado en la escuela de surf que comanda en Doniños
Luis Rodríguez, «Monín», retratado este sábado en la escuela de surf que comanda en Doniños CESAR TOIMIL

El surfista Luis Rodríguez lleva años lidiando con olas descomunales, pero ninguna como la primera del covid, cuando sus dos bebés decidieron venir al mundo con más de dos meses de antelación

08 nov 2020 . Actualizado a las 22:34 h.

Luis Rodríguez, Monín, (Ferrol, 1984) es un maestro en el arte de cabalgar sobre las ondas, especialmente cuando el mar está grande y embravecido, pero la ola más dura a la que se ha tenido que enfrentar en su vida no la encontró allí afuera, en el océano, sino en el hospital. «Tener a mis mellizos 54 días en la uci en plena pandemia ha sido la prueba más dura de mi vida», confiesa el veterano deportista local, quien durante diez años compitió en el circuito mundial y ahora comanda su propia escuela de surf en Doniños.

Quedamos para charlar allí mismo, en las mesitas de madera del arenal, y Luis se presenta a la cita recién salido del agua, justo después de una clase. Es temprano, pero él ya lleva en pie muchas horas. «Soy padre de tres niños pequeños, y sí, duermo muy poco. Hoy me levanté a las seis menos veinte para cambiar pañales y ya no volví a la cama», cuenta ojeroso pero feliz. Ahora que sus dos bebés, Valentina y Marco, están ya en la casa familiar de San Jorge y crecen sanos, Luis se siente dichoso, pero confiesa que los dos primeros meses tras el parto fueron los más duros de su vida. Él y su mujer esperaban a los pequeños para finales de mayo, pero ellos quisieron nacer el 9 de marzo, justo cuando estalló la crisis del coronavirus. Valentina, con solo 1.100 gramos de peso. Y Marco, con kilo y medio. «A la angustia de tener a los bebés en la uci por ser prematuros se unía la ansiedad y preocupación que vivíamos todos por la pandemia. Lo que salía en la tele yo lo podía ver día a día en el hospital: los Epis, las caras de preocupación de la gente, los esfuerzos de los sanitarios...», comenta al rememorar aquellos difíciles días, sin olvidar de resaltar el «espectacular trabajo» y el «trato humano» de médicos y enfermeras.

Pero aquello no le sobrepasó. No sabe si por «inconsciencia» o por su natural tendencia al optimismo, Monín fue capaz de manejar la situación sin venirse abajo. «A lo mejor también me ayudó el carácter luchador que me ha dado el surf y que es algo que yo aprendí de uno de mis grandes maestros, Aitor Francesena, Gallo, que fue el primer campeón del mundo ciego de la historia del surf», cuenta Luis sobre el famoso deportista vasco, con el que empezó a entrenar siendo adolescente.

En la imagen, Luis Rodriguez, con 18 años, en su querida playa de Doniños
En la imagen, Luis Rodriguez, con 18 años, en su querida playa de Doniños PATRICIA REY

Cuando conoció al de Zarauz, el ferrolano ya tenía claro que su vida era el surf. Empezó con el paipo a los ocho años, y poco más tarde se pasó al surf. Cuenta Luis que aprendía viendo a «mayores» como Keko Montalvo, Kiko Sequeiro o Nano Couto, quien durante un año le prestó la primera tabla con la que empezó a deslizarse sobre las olas.

Sus padres, su gran apoyo

Además, sus padres también tuvieron mucho que ver con sus progresos, porque, lejos de desalentarlo, siempre alimentaron su pasión por el mar. «Yo era un enano, y ellos me llevaban todos los días a la playa para que yo pudiese surfear. Tengo mucha suerte, porque siempre me han apoyado en todo», cuenta con orgullo de hijo. A ellos, a sus amigos de la playa, a Gallo, y -para qué negarlo- también a su fuerte carácter competitivo, les debe Luis su exitosa carrera en el mundo deportivo, donde ha cosechado títulos para enmarcar. Fue subcampeón del mundo en la I.S.A. World Cup, campeón de Europa en el Eurosurf de Las Palmas y varias veces campeón de España y Galicia.

Ahora que ya no vive de la competición, sino de sus dotes como entrenador al frente de su propia escuela, Luis se esfuerza en transmitir cada día a sus alumnos la técnica del surf, pero también algunos valores. «Al final un entrenador no es solo alguien que te enseña un deporte, sino también cosas valiosas que te pueden servir para la vida, como la constancia, el espíritu de lucha o la importancia del esfuerzo», dice Luis convencido.

Aunque mira al futuro con incertidumbre por el covid, cree que Ferrolterra tiene potencial de sobras para convertirse en una meca del surf, pero advierte de que debe fijarse en referentes «buenos», como Portugal, y alejarse del turismo de surf «low cost e incívico» hacia el que ahora camina. Para terminar, le pregunto si se siente a gusto en su Ferrol natal, con su vida actual, y él no lo duda ni un segundo: «Soy la persona más feliz del mundo, porque trabajo en lo que me gusta, vivo donde quiero y tengo una familia que me quiere. No se puede pedir más».

EN CORTO

Carácter noble. Padre de tres niños (Malia, de tres años, y Valentina y Marco, de siete meses), quienes lo conocen lo definen como una persona trabajadora, noble y un buen amigo siempre dispuesto a ayudar.

Sueños por cumplir. Luis tiene en mente varios proyectos para el futuro, entre ellos la creación de su propia marca y accesorios de surf.