
Una placa homenajea aún al dictador en la fachada del inmueble, cuyo mantenimiento pagó durante 40 años el Ayuntamiento
24 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Pasada la medianoche del 4 de diciembre de 1892 nacía en Ferrol Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo. Vino al mundo en el 108 de la céntrica calle María, en el centro de la ciudad, un inmueble hoy renumerado con el 136, que sigue constituyendo objeto de curiosidad y polémica. Porque a esa poco reconocible retahíla de nombres de pila le siguen unos apellidos inconfundibles: Franco Bahamonde. El dictador que hizo que durante 44 años Ferrol arrastrase la coletilla «del Caudillo» —de la ciudad no consiguió sacudirse oficialmente hasta 1982— está todavía presente. Al menos, su imagen.
La casa natal de Franco pasaría desapercibida entre el cuadriculado callejero de A Magdalena de no ser por las dos placas conmemorativas que se avistan sobre el balcón del primer piso. Entre las dos ventanas, el bajorrelieve de bronce que recuerda el nacimiento allí de los hermanos y «valientes militares» Francisco y Ramón. Fue colocada en los años veinte, antes, por tanto, de la Guerra Civil, y recuerda el vuelo trasatlántico del Plus Ultra. A la derecha, otra placa de loa con la efigie del dictador y el símbolo de la victoria, datada en «El Ferrol del Caudillo» a pesar de estar fechada ya en julio de 1987; en ella se define a Franco como «Caudillo de España y Generalísimo de los Ejércitos».

Pintura rosa y «pokeparada»
Su presencia a la vista es blanco de quienes exigen el cumplimiento de la ley de memoria histórica. Lo fue literalmente para los cuatro jóvenes que el 20 de noviembre del 2005, en el aniversario de la muerte de Franco, lanzaron pintura rosa sobre el conjunto escultórico, tras haber trepado por la balconada y tratar de arrancar la placa grande para denunciar la permanencia de simbología franquista. Fueron condenados a pagar 600 euros cada uno por los daños causados. Y en el terreno de la anécdota, el 2016 le deparó a la casa natal de Franco un pintoresco papel: el de convertirse en una de las diez pokeparadas de los cazadores virtuales de los aficionados al Pokémon Go.
Actualmente, diversas formaciones y colectivos, como el de presos políticos de Ferrol en la Dictadura, continúan exigiendo la retirada de los vestigios de este inmueble, en cumplimiento de la ley, de compleja aplicación en el ámbito privado. El Ayuntamiento costeó durante cuarenta años los gastos de esa vivienda, e incluso sufragó obras de ampliación en ella, hasta que en 1979 el gobierno local acordó dejar de hacerlo.
Mientras en Asturias el palacete de la familia Franco en Llanera donde el dictador y su mujer pasaron la noche de bodas se encuentra a la venta desde hace cuatro años, sin encontrar comprador, no parece haber intención de desprenderse del inmueble. La propiedad de todo el edificio, pertenece a los herederos de Franco. Y quienes conviven a diario con este inmueble aseguran que de él se hace cargo directamente el nieto del dictador, Jaime Martínez-Bordiú, a quien se puede ver con cierta asiduidad por la ciudad. El inmueble está cuidado: una empresa se encarga de su mantenimiento y limpieza prácticamente cada semana. Y unos grafiti con rotulador negro en la puerta es lo único que afea la discreta pero lucida casa, que tiene su público. «Pasa muchísima gente por aquí», revelan en un negocio próximo. «Me preguntan si abre para el público, porque el interés más grande es entrar adentro. Por la expectación que hay, generaría muchas visitas», estima una mujer. «Y quitan muchísimas fotos». Es todo lo que pueden hacer frente a un edificio cerrado a cal y canto.