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El templo de los futbolines de Ferrol está en Recimil: «Es mucho más divertido que pasar el recreo mirando el móvil»

FERROL CIUDAD

Marta Saavedra se encuentra al frente del establecimiento.
Marta Saavedra se encuentra al frente del establecimiento. JOSE PARDO

Marta Saavedra ha transformado una antigua librería y supermercado de barrio en un local que recupera el espíritu de las antiguas salas de juegos de los 80 y los 90

21 ene 2024 . Actualizado a las 01:32 h.

Su nombre oficial es librería y alimentación El Pilar, pero toda la chavalería de los institutos cercanos —el CIFP Ferrolterra y el IES Sofía Casanova— lo conocen como «el futbolín». A las nueve y media de la mañana, en este bajo situado en uno de los bloques del barrio ferrolano de Recimil reina a la tranquilidad y casi ni se oye una mosca, pero una hora más tarde una avalancha de jóvenes entran en tropel y entonces el silencio da paso sus alegres voces y al sonido de las bolas al chocar. «Aquí siempre hay dos horas punta, a las 10.30 y a 12.30, que es cuando los chicos tienen los recreos», explica Marta Saavedra, responsable de este negocio histórico que ella ha renovado para recuperar el espíritu de las salas de máquinas de los ochenta y los noventa y en la que lo mismo se puede jugar al futbolín que saciar el apetito con un bocata caliente o comprar una libreta para la siguiente clase de la mañana.

El padre de Marta recuerda que ya antes de que se construyese el parque municipal de viviendas de Recimil, en la década de los 40, había en esa misma esquina un «chabolo de madera» en el que un tal Rodrigo suministraba víveres a los vecinos. Después, una vez construido el bloque del número 2 de la calle Ares, el mismo comerciante trasladó el negocio al bajo de ese mismo edificio. Y en el año 1985, Teresa Barros, la tía de Marta, cogió el traspaso para poner en marcha una papelería muy bien surtida y un pequeño supermercado de barrio (cogió el bajo de al lado para ampliar el espacio) en los que se podía encontrar casi de todo y aún se fiaba a los vecinos.

En el 2014 se jubiló y fue entonces cuando su sobrina decidió coger las riendas del negocio. «Yo estudié Administración y Dirección de Empresas, pero al acabar la carrera, como no encontraba nada de lo mío, me puse a trabajar en hostelería. Surgió esta oportunidad, y como el negocio de mi tía ya tiene una trayectoria y contaba con su clientela, pensé que podría funcionar», explica esta joven naronesa, pero con raíces familiares en el barrio situado junto a la iglesia del Pilar.

Eso sí, Marta decidió imprimirle un aire nuevo y enfocarlo al alumnado del CIFP Ferrolterra (el antiguo Marqués de Suanzes) y el IES Sofía Casanova. El espacio que ocupaba el pequeño supermercado que regentaba su tía dio paso a una sala con cinco futbolines —dos de ellos electrónicos—, y en la otra parte mantuvo la papelería, aunque con mucho menos surtido. El negocio también cuenta con una barra en la que Marta despacha bocadillos calientes —«unos cien al día»—, estanterías con chuches, patatas fritas y otros aperitivos en bolsa y máquinas con bebidas.

Mejor que mirar el móvil

«La verdad es que no me puedo quejar, porque los futbolines tiran mucho y el negocio va fenomenal, aunque es estacional y solo abro por las mañanas», explica Marta, que compagina el negocio con un trabajo como limpiadora por las tardes en el CHUF. Al depender tanto de la actividad de los dos institutos, en la pandemia, cuando se suspendieron las clases presenciales, tuvo que bajar la persiana, y por eso ahora prefiere mantener los dos empleos y no jugárselo todo a una carta.

JOSE PARDO

Del tirón de los futbolines da buena cuenta la primera pandilla que se apodera de una de las mesas pocos minutos después de las 10.30 horas. Son alumnos de bachillerato del IES Sofía Casanova y aseguran que nunca fallan a su cita diaria con el futbolín de Recimil. «Es mucho más divertido que pasar el recreo sentado en un banco mirando el móvil», comenta uno de ellos. Cuentan que siempre eligen el mismo futbolín, el de los jugadores del Barça y el Madrid (o eso al menos parecen por los colores de sus camisetas), porque es el único que tiene 14 bolas en vez de 9. Y además, es del modelo convencional: «Los preferimos de este tipo porque las figuras de los electrónicos, por el material con el que están hechas, no le dan con tanta fuerza a la pelota», explica Hugo, que hace pareja con Marcos y está a punto de disputar una partida contra sus compañeros Hugo y Diego. En la pandilla son más, pero organizan liguillas, de modo que todos van pasando por la mesa. La pareja que gana se queda, y la nueva que entra como contrincante debe pagar la partida.

Muchos de ellos ya eran forofos del futbolín pero otro se han aficionado a raíz de estudiar bachillerato en el IES Sofía Casanova. «Desde principios de curso hemos mejorado bastante, pero no somos tan buenos como algunos alumnos del Ferrolterra, como Héctor o Hugo Teijido», explican los chavales,

En el futbolín de Recimil tampoco faltan las chicas, como Marta y Lola, que suelen jugar a menudo, aunque hoy solo han venido a mirar y refugiarse del frío. Y tanto ellos como ellas aseguran que sería estupendo que en Ferrol hubiese más locales como este, donde el genial invento que patentó el gallego Alejandro Finisterre allá por el año 1937 causa furor y levanta casi tantas pasiones como A Malata.

Tres en uno. El local que dirige Marta Saavedra en el 2 de la calle Ares funciona como papelería, sala de juegos y tienda de aperitivos, bebidas y bocadillos calientes.