Así ardió Ferrol en los 80: la generación que resistió a la droga y a la reconversión

FERROL CIUDAD

Días de manifestaciones, bailoteos y la mítica huida del Rainbow Warrior
02 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Ferrol empezaba los años 80 a lo loco. Tal y como vive esta ciudad, salvaje y única. Corría la noche del sábado 8 de noviembre de 1980, cuando el combativo Rainbow Warrior escapaba a cinco meses de secuestro en la base naval. Aquí había permanecido retenido por las autoridades españolas, que le acusaban de dañar los intereses de una empresa ballenera y le pedían 10 millones de dólares al buque de Greenpeace. Pero los ferrolanos siempre dan la batalla. Y se posicionaron al lado de los ecologistas británicos, con su capitán Jon Castle inmortalizado en una mítica foto del puerto en la que bebe cerveza gallega como si no hubiese un mañana. Tanto querían a Jon Castle que hubo un concierto pro Rainbow en el parque y el tenaz pelirrojo fue rebautizado como Juan Castillo.

Para los mitómanos, los 80 eran Movida, amores de instituto y tecnicolor. Para la ría de Ferrol, la década prodigiosa se vivió a lomos del cohete de la democracia, con compras en economatos, el impacto de la droga y mucha reconversión. El decenio comenzó con el mayor apogeo poblacional de la ciudad naval: 91.764 habitantes en 1981. Se vivían los años dorados, con la calle Real convertida en una marabunta de bares y grandes almacenes. Pero el sueño terminó en 1983, con el inicio de la reconversión de Astano. En 1985, como relatan las crónicas en este periódico, atronaban las manifestaciones. Los alcaldes Jaime Quintanilla Ulla por Ferrol y Xoán Gato por Narón alertaban de que «la situación de la comarca puede ser tan explosiva que lo del País Vasco no va a ser nada, y lo del año 72 se va a quedar muy corto».

La siempre luchadora Caranza, nacida para pelear, vivía en dos frentes: la reclamación de una vivienda digna y la epidemia de la heroína. En 1985, el barrio se aproximaba a los 25.000 habitantes. Y de ellos, 3.000 jóvenes se encontraban sin empleo. En 1986, vecinos de Caranza como Mela la Carbonera o Francisco Nonide se unían para echar de las calles a los narcotraficantes. Testimonios como los de Olga, madre de un drogodependiente, ponían los pelos de punta en este periódico: «Mi hijo es heroinómano, me enteré cuando tenía 18 años; mi hijo está pagando 180.000 pesetas de droga al mes y mi marido gana 100.000; estoy empeñada con un banco».
También hubo días de luz como el Mundial de Baloncesto de 1986 (con los impresionantes Tkachenko y Sabonis) y miles de fiestas. Pero los 80 se acercaron a su final con otra despedida: el incendio de Copacabana en 1988, aquel bar que hizo de Ferrol durante décadas un país tropical.