Los vecinos en A Gándara del presunto asesino de Elisa Abruñedo: «Era muy solitario, hablaba de caza. Lo llamábamos el extranjero o el alemán»

Bea Abelairas
Bea Abelairas FERROL

NARÓN

CESAR TOIMIL

Viven con estupor la detención del naronés, que apenas hacía vida de barrio

19 oct 2023 . Actualizado a las 11:20 h.

Un día después del registro en el piso del arrestado en Narón, uno de los primeros del número 16 de la calle Vigo, los vecinos apuran el paso ante el portal y no esconden su sorpresa: «Es una persona muy callada, de los que solo dicen hola y adiós. Su hermano hace más vida en el barrio y es mucho más sociable», cuenta uno de los residentes en un edificio situado ante un parque infantil.

Roger Serafín vivió en esta casa, primero con su madre, que murió hace una década; se quedó, entonces, con su padre y su hermano; y, en los últimos tiempos, compartía el piso con su pareja. «Hace poco los vi juntos paseando por aquí, y, poco después, aparcando el coche que se llevaron ayer», explica Santiago Varela, un vecino de la zona que incluso llegó a comprar patatas cultivadas en la finca de esta familia. «Iban mucho a la finca que tienen en Vilarmaior. Él era muy solitario, hablaba de caza con las personas que tenían esa misma afición. Como tenía el pelo diferente, lo llamábamos el extranjero o el alemán».

CESAR TOIMIL

Roger fue cliente del bar que está más cerca de su casa, pero hace años que dejó de ir. Cambió esa barra por la del Índalo, el local que se encuentra a unos metros. Allí, el camarero Miguel Teijeiro lo conoce bien, aunque solo de charlas cortas: «Solo puedo decir que era muy tranquilo y educado. Venía a tomar un café o algo así y nunca tuvo un mal gesto, todo lo contrario», cuenta, sobre una opinión que expresa la mayoría de un vecindario en el que Roger llevaba varias décadas residiendo.

CESAR TOIMIL

A la hora de salida de un colegio cercano, una madre hacía ayer una foto para advertir a otras. «No podemos creer que pasábamos las tardes aquí, ante un lugar en el que podía vivir alguien así», cuenta, muy cerca de Carmen Fernández, una jubilada que dejó Barcelona por Narón para estar más segura. «Es que aquí nunca pasa nada», dice.