Carballo, el Marina d'Or de los 60 en Narón que se vende por medio millón: «Era restaurante, hostal, cine y sala de baile»

NARÓN

Isabel Carballo, una de las dueñas del restaurante con hostal, ante el Carballo
Isabel Carballo, una de las dueñas del restaurante con hostal, ante el Carballo JOSE PARDO

El complejo también contaba con estanco y ultramarinos, e incluye una gran vivienda: «Por aquí pasaron muchas orquestas y era centro de diversión comarcal»

21 feb 2024 . Actualizado a las 18:25 h.

Reyes de la carne asada, emperadores del cocido. Cuando el emblemático Carballo cerró en 2019 por jubilación, lo hizo por todo lo alto: «En un Día de la Madre a tope, donde no pudimos coger a más clientes». Atrás quedaban 70 años de historia dorada, los mismos que tiene ahora Isabel Carballo Montero (dueña junto a sus hermanos). Porque durante el siglo XX, el Carballo funcionó como un Marina d'Or de la época en Narón: era a la vez restaurante, hostal, cine, ultramarinos, salón de bailes, estanco y corresponsalía de La Voz de Galicia. Lo tenía todo, «el centro de diversión de parte de la comarca, se llenaba con la gente de Naraío (San Sadurniño), Anca (Neda) o Doso (Narón)».

Isabel, mostrando la última carta que tuvo el Carballo
Isabel, mostrando la última carta que tuvo el Carballo JOSE PARDO

El Carballo se encuentra a la venta por medio millón de euros (inmobiliaria Housefulness), «lo cerramos por jubilación, no precisamente por falta de gente». Los padres de Isabel (José y Hortensia) lo fundaron en 1949, aunque antes ya era tienda bar con otra familia y parada de arrieros que llegaban con el vino de Astorga. Se alza en Bouza Redonda, zona que en sus mejores años llegó a tener cuatro bares, sastrería, modista, zapatero, aserradero, la famosa empresa Electra del Narahío que sigue en activo con la familia Orosa. Isabel Carballo explica que el hostal cuenta con diez habitaciones, todas con baño, y una vivienda a mayores con cinco dormitorios para el futuro propietario. Los edificios ocupan 1.100 metros cuadrados, con la finca la superficie total llega a los 7.000.

La finca del Carballo se extiende por la parte trasera
La finca del Carballo se extiende por la parte trasera JOSE PARDO

En el restaurante siempre se volcaron con la cocina tradicional, con cocido todo el año menos julio y agosto, y menú del día hasta en domingo. El cine se cerró en 1974 y los bailes antes. Se clausuraba así el libro de oro de aquellos tiempos en los que las pandillas caminaban hasta los cines, para después bailar y cenar en el mismo establecimiento. Como un anticipo del entorno de Odeón.

Otra imagen del hostal, con restaurante y vivienda incluidos
Otra imagen del hostal, con restaurante y vivienda incluidos JOSE PARDO

El ultramarinos de Carballo también funcionaba «como el Alcampo de la aldea, vendíamos desde puntas a chanclos o los bocadillos de salchichón que preparábamos a las modistas». De los techos aún cuelga la lámpara que iluminaba los bailes, al que llegaban chicos de todos los pueblos: «Gente de Ferreira con las zuecas que dejaban en la entrada, para bailar con sus mejores zapatos». Y en el gallinero se asomaban las madres que acompañaban a las chicas más jóvenes, mientras actuaban las orquestas Trébol o Finisterre.

«Cuando ruge la marabunta»

En el cine del Carballo se proyectaron clásicos de los clásicos como Cuando ruge la marabunta: «Volví a verla la otra noche, también poníamos Matrimonio a la italiana, Divorcio a la italiana, las de vaqueros, las de Cantinflas con las que no llegaban las butacas y teníamos que poner sillas del bar». También había pelis de arte y ensayo, abucheadas por el público.

Dormitorios del hostal
Dormitorios del hostal JOSE PARDO

Los filmes se compraban en lotes, «teníamos que proyectarlos todos, llegaban desde la Metro a la Fox». Y el hermano de Isabel se convirtió en proyector, tras formarse con el suegro del futuro alcalde de San Sadurniño, Constantino Bedoya.

Detalle de las lámparas del salón de baile y de los balcones en los que las madres vigilaban a las hijas
Detalle de las lámparas del salón de baile y de los balcones en los que las madres vigilaban a las hijas JOSE PARDO

Todo se trabajaba en familia. «Mientras estudiábamos siempre colaborábamos los fines de semana, mi hermano trabajaba en el Banco Central y el fin de semana también estaba en el Carballo», indica Isabel. Ella ejerció de bióloga casi toda su vida (en la conservera El Cisne de San Sadurniño o en Leche Celta), pero sus últimos años laborales los dedicó al Carballo.

Uno de los salones de la vivienda que se incluye en la venta del Carballo
Uno de los salones de la vivienda que se incluye en la venta del Carballo JOSE PARDO

Algunas piezas del cine pasaron a los fondos del Concello de Narón, como reflejo de aquellos años en los que las butacas se retiraban para al instante celebrar los bailes. Y el restaurante funcionó tan a tope hasta hace nada que en el «Entroido llegaban buses de los colegios y centros de día para disfrutar de nuestro cocido». Todo un signo de fortuna, que ahora puede regresar.