El IES de Ortigueira hace de la equidad su bandera. No se juzga a nadie y hay un esfuerzo en facilitar la participación
20 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.El IES de Ortigueira es un centro apacible, bastante bien diseñado y que cada año mejora su aspecto gracias al trabajo de sus alumnos, no en vano tiene dos ciclos de FP (básica y media) de Madeira e Moble. Por eso no es extraño ver puertas impecables, confortables bancos, modernas estanterías y hasta una coqueta cabaña nórdica en la entrada.
Si hay un adjetivo que defina al centro, este podría ser cuidado. No es que tengan un gran presupuesto, pero sí la clara intención de transmitir a los alumnos que el colegio es de todos y todos son responsables de él. Por eso no es extraño ver al director, Carlos Rodríguez Legarreta, con alguna herramienta en la mano. Él llega de primero y nunca tiene prisa por irse. «É unha filosofía, e penso que serve para profesores e alumnos», dice. Ya lo hacía su antecesor y realmente parece que da resultado. Por ejemplo, los alumnos de los ciclos de FP cambian marcos, puertas, bancos... modernizan las instalaciones y aprenden a quererlas. «Un rapaz que fai unha porta non volve a darlle un portazo», razona el director.
El cuidado en el instituto no es solo hacia el aspecto físico, lógicamente. Intentan que esa dedicación se transmita a todas sus acciones. Por ejemplo, en la FP básica las asignaturas de estudiar, de estar quietos, se dan en las primeras horas para dejar la parte práctica para el final; han comprobado que hacerlo al revés perjudica a los alumnos, que están cansados al final de la jornada y no atienden como necesitan. Otra cosa en la que son cuidadosos: los alumnos que no son de la villa de Ortigueira. «Temos que pensar que moitos dos alumnos non viven na cidade, senón en aldeas, parroquias». Pensando en ellos, por ejemplo, se ha organizado el ensayo del coro a las 14.30 horas el único día de la semana que hay jornada por la tarde. Así se evita que muchos se marchen a casa a comer y después no vuelvan a bajar, a veces por pereza pero casi siempre por la dificultad del transporte rural. Gracias a algo en apariencia tan sencillo, el coro tiene nada menos que 60 integrantes, de los que más o menos la mitad vienen de fuera de la villa.
Ese cuidado es haber conseguido que un alumno de bachillerato pueda cursar Xeoloxía, que es una materia que no tiene suficiente demanda (en los institutos rurales se necesita al menos cinco inscritos) para organizar una clase. ¿La solución? El alumno la cursa a distancia con el IES San Clemente, de Santiago. Cuidado es también haber habilitado varias pistas en el pabellón, de tal modo que en la clase de Educación Física todos pueden estar jugando a la vez.
O de promover el pádel entre los jóvenes: «Queremos que teñan un deporte que poidan practicar sempre, que se acostumen a el, e os de equipo son complicados porque necesitas moita xente. O pádel, en cambio, só require un contrincante e hai pistas en todas as partes».