Ricardo Hevia Barcón acaba de regresar de la Antártida, donde, además de pingüinos, albatros o petreles, le fascinaron los cetáceos
10 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.En 2015 viajó al Ártico con unos amigos pajareros y allí planearon la expedición a la Antártida de la que acaba de regresar. Ricardo Hevia Barcón (Cariño, 1976) trabaja de amarrador en el puerto, pero vive para ver pájaros, en la ría de Ortigueira, donde se inició con otros dos amigos adolescentes; en Nueva Zelanda, donde observó los primeros pingüinos, en 2013; en Finlandia, Marruecos, Estados Unidos, Madeira o Estaca de Bares, su casa, dice, y un paraíso para seguir el tránsito de aves marinas. Compartió con dos asturianos, un madrileño, un extremeño y un catalán la última aventura, que discurrió por Argentina, las islas Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida, a bordo del rompehielos Plancius.
Cerca ya del verano austral, el continente blanco les recibió con temperaturas de dos o tres grados bajo cero, con sol y sin viento. Ricardo y sus compañeros buscaban pájaros y se toparon con ocho especies de pingüinos -hasta un emperador, «el más inaccesible», en un iceberg-, seis de albatros -como el viajero, de más de tres metros de envergadura- o petreles. «Y muchos cetáceos, ballena azul, orcas, yubarta, rorcuales comunes... Una pasada», cuenta. Además de elefantes marinos y focas.
Pero si algo ha impresionado a Ricardo en este viaje han sido los icebergs: «El primero lo vimos navegando de Georgia del Sur a la Antártida, había alguno de 10 millas de largo». En ruta, en el barco, al abrigo del viento, cargado con telescopio, prismáticos y cámara, vio cómo se alimentaban los pájaros en mar abierto, a más de 500 millas de tierra, para regresar después a la colonia. Ahora, mientras sale por la zona en busca de gaviotas raras o patos (recorre 40.000 kilómetros al año en coche), piensa en Rusia, los Urales y las especies que viven en esa frontera entre Asia y Europa, objetivo para 2018.