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El IES revolucionó Ortigueira en 1978

ana f. cuba ORTIGUEIRA

ORTIGUEIRA

CEDIDA

Alumnos y profesores que pasaron por el centro en los inicios narran sus vivencias y destacan, 40 años después, el relevante papel del primer instituto de la comarca

25 ago 2023 . Actualizado a las 18:10 h.

La creación del Instituto Nacional de Bachillerato, hoy Instituto de Enseñanza Secundaria, «la mejor obra del siglo XX en Ortigueira», en palabras de Modesto Cheda, conserje durante 15 años, supuso una revolución socioeducativa y cultural en la comarca, en plena Transición. Y permitió «democratizar a educación no Ortegal», recalca Bernardo Penabade, alumno de aquel curso inaugural de 1978-1979, que después ejercería de profesor en prácticas. Durante el primer año, las clases se impartieron en una maltrecha instalación, donde está la Escola de Música, con jóvenes de Ortigueira, Cedeira, Cariño, Cerdido y Mañón. Al curso siguiente se estrenó el edificio actual. Exalumnos y exdocentes celebraron ayer el 40 aniversario.

«Sen o IES, a metade dos que fomos o primeiro ano non poderiamos estudar»

Para el profesor Bernardo Penabade (Grañas do Sor, 1964), la apertura del IES de Ortigueira resultó «determinante». «Un 50 % dos que fomos ao primeiro curso non poderiamos estudar se non se abrira [las alternativas eran Viveiro o Ferrol, inviables para muchas familias]», estima. En su caso, hay varios agradecimientos: «O milagre de que tiña unha tía en Ortigueira e tres benefactores, veciños con coche que me levaban os venres para a casa e o domingo de volta». Y es que, remarca, muchos de aquellos estudiantes debían combinar escuela y trabajo (en casa). Visto desde hoy, «o edificio do primeiro ano era unha miseria, dunha precariedade enorme, mais daquela resultou providencial [...], foi unha maneira de democratizar a educación no Ortegal». Allí aprendió de los libros, «e tamén escola de cidadanía, coas primeiras conferencias, os primeiros recitais e as primeiras asembleas». Todo, recalca, «grazas ao equipo humano que abriu o IES, de luxo», y con una persona clave, «a administrativa, Esther Garcinuño, que acaba de xubilarse; ela deulle continuidade ao centro».

«Lo que recuerdo y por lo que regreso a Ortegal es la geología y la ornitología»

El reconocido fotógrafo Manuel Vilariño (A Coruña, 1952) se estrenó como docente de secundaria en el IES de Ortigueira. Más que las clases, evoca el paisaje: «Lo que más recuerdo y por lo que regreso a Ortegal es la geología, increíble entre los acantilados de Cedeira y Cariño, y en Espasante; y la ornitología, septiembre en Estaca de Bares es un paso de aves maravilloso. Y algunas personas por las que tengo afecto, chicos a los que conocí allí». «No me hubiera importado vivir ahí, es una de las zonas más privilegiadas que conozco en Europa, el contrapunto de esa luz torpe, fría, gélida y ese mar abierto, me recordaba mucho a Islandia. Es un sitio fantástico», repite, pendiente de exponer algún día sus fotografías de la zona.

«Muchas familias acogían a los chicos que venían de Cedeira o de Cariño»

Hasta 1978, los orteganos que querían o podían estudiar tenían que hacerlo en Viveiro o Mondoñedo, como los hermanos de María Permuy (Ortigueira, 1964), o en Ferrol. «Fue muy bonito poder quedarse aquí y también venían los chicos de Cedeira y de Cariño, muchas familias los acogían porque no había infraestructura para ir a casa», rememora. Resalta el papel del profesorado, «con la mente más abierta». La orientadora del IES María Sarmiento (Viveiro) lo resume así: «Fue una gran ventaja y la oportunidad de estudiar para familias que no podrían habérselo pagado fuera».

«Había profesores que nos abriron os ollos á cultura, marcoume»

José Francisco Carro (Cuíña-Ortigueira, 1959) cursó BUP en Viveiro y COU en el IES ortegano. «Estar na casa, evitar desprazarte e pagar a pensión... Aquilo marcoume; foi unha revolución, había profesores que nos abriron os ollos á cultura e á literatura galega [él estudio Filoloxía Galego-Portuguesa y da clases en un instituto de Rianxo], liamos textos que non leramos na vida», subraya. Pero no todo el mundo entendía lo que estaba ocurriendo: «Viñamos da ditadura, Franco morrera tres anos antes e as forzas vivas de Ortigueira non vían ben ir contra o réxime; algúns profesores tiveron problemas e recibiron ameazas, viñan da universidade, acababan de licenciarse [...]. Quizais foron os mellores anos da miña vida».

«Éramos jóvenes y con mentalidad de cambio, ideológico y pedagógico»

José Ramón Iglesias (Siero-Asturias, 1956) se incorporó al IES en 1981. «Era mi primera plaza tras sacar la oposición, había unos 200 alumnos y unos 20 profesores, con una relación estrecha. Hay que contextualizarlo, salíamos del golpe de estado, acababa de aprobarse la autonomía de Galicia y empezaba el proceso de normalización lingüística [...]. Éramos muy jóvenes e íbamos con mentalidad de cambio, ideológico y también pedagógico», destaca el secretario de la Academia de la Llingua Asturiana.

«Fun a única da familia que puiden estudar aquí, era un aforro para os pais»

Sus hermanos habían estudiado en Asturias y en Madrid. «Fun a única da familia que puiden facelo aquí, estivera dous anos en Viveiro e ao abrir o IES non tiña que pasar a semana fóra da casa; era un aforro para os pais», relata Loli Rubido (Ortigueira, 1961), fundadora de la empresa Roteiros, pionera en el norte de Galicia en el campo de los guías turísticos. Aquel curso «non había instalacións deportivas nin case nada, unha aula e pouco máis, iso si, con 15 ou 16 alumnos, fronte aos 45 de Viveiro». «Foron anos de moitos cambios, pero non tiven a oportunidade de estudar en galego, aínda que en Viveiro había moito movemento nacionalista [...]. Optei por facer os exames en galego, arriscándome a ter peores notas», repasa.

«Era un niño de aldea, abrí los ojos lo que pude y me empapé de todo»

Tras un año en la academia de «don Severino», en Cedeira, Santiago Rodríguez (Cerdido, 1964) se incorporó al IES ya en el edificio actual. Durante el primer curso se levantaba a las seis, recorría cuatro kilómetros en vespino hasta la casa de un vecino, que le llevaba en coche junto a su hija a la estación del tren. «Llegaba a casa de noche, con miedo [con 14 años y sin alumbrado], hambre y pocas ganas de hacer los deberes o estudiar», narra. Al año siguiente, una señora contactó con padres de Cerdido, Moeche y Mera y contrataron «un bus destartalado, que conducía Porfirio» y les permitía ahorrar tiempo. «Era un niño de aldea, muy curioso y tímido, y abrí los ojos lo que pude y me empapé de todo. Tenía a los profesores en un pedestal, como dioses, los admiraba; me ayudó a seguir estudiando y aprendiendo toda la vida», agradece este militar retirado.