Culto al banco de Loiba: «Aquí hay que parar, es como una religión, el paisaje es maravilloso»
ORTIGUEIRA
Turistas de toda España peregrinan al patentado como mejor asiento del mundo para gozar de los acantilados de Ortigueira
30 mar 2024 . Actualizado a las 16:45 h.Las cuatro tablas que colocó un día de hace ya 17 años el mecánico de Loiba Rafael Prieto tardaron poco en convertirse en objeto de culto, venerado por locales y foráneos. «Aquí hay que parar, es como una religión», sentencia Alba, viguesa con casa en Ortegal y guía de sus amigas, alguna primeriza en la ruta a pie que discurre por los acantilados de la costa de Ortigueira. «Este paisaje es espectacular», apunta Rebeca, bilbaína, de vacaciones en Barreiros con su marido, Gabi, y su hijo, Marcos, que puntúa de diez el banco del arenal de Furnas y también el cabo Ortegal, justo en frente, en Cariño.
«Esto es un punto de referencia, nos ha encantado, como todo el norte de Galicia. Nos quedamos en Lugo y hemos hecho varias excursiones. La comida es otro espectáculo, pulpo todos los días, solo tenemos pendientes las zamburiñas, que nunca quedan...», cuenta una familia madrileña, justo después de hacerse la foto en el mejor banco del mundo, marca patentada, algo que muchos desconocen.
Es sábado de Pascua y hay cola para «sentir» el más famoso de los bancos de Loiba, algo menos que otras veces. Pepe y Cayetana, gaditanos, han viajado desde Barcelona, donde viven, para ver a su hijo Mario, que trabaja en Xove. «Aquí hay mucho que ver, muchas cosas escondidas, fervenzas...», apunta el guía, que acompaña a sus padres. Pepe echa en falta «una protección alrededor del banco, por si un día un niño sale corriendo y se cuela».
A pocos metros del desvío a pie, un lugareño vende tarros de miel y saquitos de nueces. Quien se detiene lo hace a la vuelta. «Primero hay que ir al banco... esto es muy bonito», repite Sergio, madrileño «de Madrid», no como sus amigos Diego (de Valdepeñas, en Ciudad Real) y Lara (de Burgos). Berta, de Abegondo, ejerce de anfitriona. Y de Loiba los conduce a San Andrés de Teixido, y de ahí al puerto de Mugardos, para la hora de comer.
Entre tanto bullicio, tres septuagenarios alemanes con aspecto de peregrinos caminan serios y diligentes hacia el asiento. Son hermanos. «Salimos el domingo de Ribadeo, por el Camino Natural del Cantábrico, y ahora vamos a Espasante. Volveremos en tren [el ferrocarril de vía estrecha, un medio olvidado por sus responsables y aun así recomendable para recorrer la zona] y haremos tres etapas del Camino Norte (a Santiago) hasta Avilés, para coger el avión», relata Anette, fascinada por el entorno: «Es maravilloso». Buen lugar al que peregrinar y donde reponer fuerzas.