Una treintena de alumnos del CEIP de Andrade de Pontedeume cogieron el rastrillo en la playa Grande de Miño: «Este é un oficio moi importante»
24 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«¡Veña, collede o rastrillo xa!». José Antonio Anido, uno de los mariscadores de la cofradía de Miño, recibe con ironía a los 31 alumnos del CEIP Plurilingüe de Andrade en la playa Grande de Miño. Esta vez la clase no es en el aula, sino en el cauce del río Bañobre, y los pequeños de quinto y sexto de Primaria no abrirán un libro, sino que cogerán el rastrillo para aprender el oficio del marisqueo. El taller forma parte del proyecto Galicia Norte, Mares de Experiencias, nacido de la cooperación entre el GALP A Mariña-Ortegal y el GALP Golfo Ártabro Norte, y materializado a través de Valora Consultores.
Los jóvenes mariscadores se bajaron del bus ya ataviados con ropa de faena, en una jornada -la de este viernes- en la que la lluvia amenazaba con caer en ese momento, aunque finalmente respetó la actividad. Detrás del nuevo patrón mayor de la cofradía, José Manuel Fernández Lage, fueron campo a través hacia la zona de trabajo. «É importante que haxa cousas así. Non deixa de ser un medio de vida que poden empregar no día de mañá. De feito, estamos con falta de xente», valora el responsable de un pósito con 22 mariscadores a pie y un par más a flote. Una vez en la playa, Maite Fernández, la bióloga de la cofradía, pregunta lo primero de todo si tienen familiares vinculados con el mar. Entre las respuestas, salen pescadores en Pontedeume, una mariscadora en Mugardos o un tío, un primo y un abuelo en la Marina.
Al momento, salta la pregunta: «¿Alguén pensa dedicarse a isto?». Se levanta más de una mano. «Parece que imos ter futuro», exclama Maite. Acto seguido, explica la diferencia entre mareas vivas y muertas, los tipos de especie de esta zona -berberecho, almeja fina y, en menor medida, almeja japónica- y deja bien clara la importancia de los controles sanitarios para su consumo.
Con la teoría aprendida, llega el momento de coger el rastrillo. Martín se ofrece voluntario y José Antonio, el mariscador, vuelve a decir la frase: «Temos futuro». «Está moi ben que vaian aprendendo, creo que é un oficio descoñecido, sobre todo para os chavales de interior e os de cidade. Vexo que lles chama a atención», añade Anido.
Mientras el rastrillo suena de fondo, Maite les explica el control de los tamaños. En el caso del berberecho, la talla comercial es de 25 milímetros. Claudia coge el calibre -también llamado pie de rey- y comprueba que el que tiene en la mano es de 31. «Este outro é pequeno, ímolo deixar», comenta la bióloga.
Otra mariscadora, Begoña, les cuenta que lleva algo más de un año en Miño, que antes de entrar pensó que era más duro y que suele estar cinco horas cada jornada. «Pois para estar todo o día nesa posición, paréceme bastante», salta Martín, que en el pasado ya había estado con el rastrillo en la playa de Ponte do Porco. Este viernes fue de los pocos que encontró bajo la arena almejas japónicas y finas. «Eu unha vez collín berberechos coa miña avoa en Pontedeume», dice Sara.
Al acabar, Carlos hace una valoración: «Aprendemos que coller un quilo leva moito traballo e que este oficio é moi importante. En Galicia temos a sorte de que hai bastantes mariscadores». Mientras, Mauro asegura que «é un traballo moi divertido para os que lles guste». «Gustaríame chegar a ser como eles. Poder coller ameixas para levar ao mercado e comer na casa», concluye Uriel. Esta por ver qué ocurrirá en el futuro, pero queda claro que la jornada de marisqueo les ha abierto una nueva ventana.