Botado en 1907, el decano de la ría es una reliquia en peligro de extinción
06 nov 2021 . Actualizado a las 20:16 h.Corría el verano de 1907 cuando el Pajarito recibió su bautismo de mar. Un barco pulpeiro, rudo, robusto, capaz de soportar las «nordestadas» que azotaban con dureza el golfo Ártabro. Las manos expertas de un artesano de Perbes, Ramón Picos, dieron forma a la embarcación característica de estas aguas. «Lento e pesado, pero duro coma unha pedra». Quien así habla es Juan Romero, Tío Mini, su penúltimo propietario y conocedor al dedillo de la historia de este centenario de madera concebido para la pesca artesanal.
El Pajarito fue antes santo. Varias veces. Su primer folio data del 9 de julio de 1907 en Pontedeume. Entonces, la villa de los Andrade contaba con registro propio. Su designación original fue la de Santo Tomás. A los dos años, tornó en San Andrés y en la década de los años 20 navegó bajo el amparo de San José. Pero en 1928 lo adquirió «unha familia de avezados mariñeiros» de Barallobre y dejó al garete el santoral para abrazar el Pajarito que lo hizo popular en la zona. Siempre entre O Seixo, Mugardos, Fene y Ferrol -en este último puerto desde que Mini lo adquirió en 1985- la chalana pasó por ocho manos hasta que Alberto Bouza se convirtió en su armador en el 2008.
Hecho para el mar
El Pajarito no vuela con el esplendor de los últimos años. Su actual propietario -que acometió una profunda restauración cuando lo compró- no dispone del tiempo necesario para los cuidados que obliga uno de los pocos ejemplares de construcción tradicional de la comarca que queda a flote.
Tan vigoroso como sensible si no sale a navegar. Porque estos barcos están hechos para vivir en la mar y empaparse del agua marina que conserva su estructura. El agua dulce queda para baldear los de fibra. Pero Bouza tiene un vínculo sentimental con esta chalana. Igual que su anterior patrón, Mini.
Por eso, a buen seguro, el Pajarito volverá a robarle el viento a las gaviotas, aunque lo que pide ahora es una «varada gorda» para quitarle unas cuantas arrugas. A sus 113 años.
Un barco de 300 pesetas que dio de comer a varias familias de la zona
El Pajarito es uno de los mejores exponentes de la carpintería de ribeira local. En peligro de extinción. Según la documentación que pudo recopilar Juan Romero Mini, costó todo un dineral de la época: 300 pesetas; menos de dos euros. Su construcción es muy peculiar. De aparejo sencillo, pero fuerte. Cuadernas muy potentes de carballo. Imbornales de silueta trabajada y una vela latina «de martelo», típica de esta ría. Son embarcaciones mangudas, muy anchas, que podían alcanzar los siete metros de eslora (largo). De hecho, el Pajarito se construyó con seis metros, pero un golpe contra unas piedras cercenó su longitud por una reparación con más voluntad que buen tino. Su popa se redujo hasta dejarlo en los 5,50 metros, pero no impidió que varias familias de la comarca pudiesen vivir de la pesca a bordo del bote pulpeiro. «Cando o veu restaurado o antigo dono —entón xa tiña máis de 80 anos— caianlle as bágoas ó recordar todo o que vivira nese bote», recuerda Mini. Él mismo, una vez que se lo vendió a Alberto Bouza, encargó una réplica fiel al Pajarito original, que construyó de la mano del artesano cedeirés César Loureiro. Su nombre: Bote de Pao. En primera línea del pantalán de Curuxeiras, la última versión amarra justo enfrente del bote centenario.