El fiscal recurrirá la decisión judicial de ponerlo en arresto domiciliario.
19 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.La controvertida actuación del capitán Francesco Schettino, siguió centrando ayer la tragedia del Costa Concordia. Él sigue defendiendo su inocencia y poniendo excusas para argumentar su ausencia del buque, pero la jueza de instrucción, Valeria Montesarchio, vereficó que hay «graves indicios» de culpabilidad y que permaneció en tierra mirando como se hundía el crucero que comandaba. Algo que el fiscal, jefe de Grosseto, Francesco Verusio, tiene muy claro -al igual que toda Italia y medio mundo- por lo que anunció que recurrirá la decisión de la jueza de ponerlo en arresto domiciliario y pedirá de nuevo la prisión preventiva por considerar que «pueda huir».
La prensa recogía ayer las palabras que el capitán dijo el martes a la jueza: «No quería huir, pero estuve ayudando a los pasajeros para bajar un bote salvavidas al agua». «Tropecé y caí en el bote, y de repente estaba con los pasajeros en el bote salvavidas», afirma. Una caída que curiosamente también tuvieron el segundo y el tercer oficial, igualmente bajo investigación.
También afirmó que era él quien se encontraba al timón cuando el barco chocó contra la roca. Su abogado, Bruno Leporatti, dijo que todas las acusaciones que pesan sobre su cliente están por «comprobar» y que «no es un cobarde ni un criminal». Schettino está en su casa de Meta di Sorrento (sur de Nápoles), a donde llegó en secreto ayer a las dos de la madrugada.
Sobre lo ocurrido en la noche del viernes 13 a bordo del crucero se sabe que varios oficiales se amotinaron para evacuar el barco ante la parálisis demostrada por el capitán. Había pasado una hora y media desde que la nave había tocado el escollo, cuando Roberto Bosio se hizo cargo de ella y no la abandonó hasta que pensó que no quedaba nadie. Bosio era un pasajero más ya que habitualmente estaba al timón del crucero gemelo del Concordia, la Serena. «Solo un desgraciado habría podido abandonar a todas aquellas personas a bordo», explicó al periódico La Repubblica.
Mientras siguen apareciendo detalles grotescos con los que llenar en la mala comedia italiana en que se está convirtiendo está tragedia. Según las versiones de testigos e investigadores, cuando Schettino se vio agobiado por las órdenes del comandante Gregorio de Falco, a cargo de la Capitanía de Livorno, colgó el teléfono y se marchó en un taxi a un hotel. El taxista que lo recogió asegura que antes de bajarse le preguntó dónde podía comprarse un par de calcetines porque los que llevaba estaban mojadas.
Como reconoce el diario izquierdista Il Fatto el mundo retendrá que los italianos «no somos capaces de ser serios en las tragedias e, incluso, las transformamos en bromas macabras». Más allá, la imagen del enorme crucero de lujo Costa Concordia varado frente a la costa es ya para La Stampa el «Símbolo de un país a la deriva».
A un taxista le preguntó dónde comprar calcentines porque los tenía mojados