«La religión puede aprenderse en casa. En su lugar, en clase podrían enseñar cómo es la vida de una persona ciega o sorda»
FIRMAS
Brais Vila es un joven de 20 años residente en Lugo que nació con una discapacidad auditiva. En estos momentos está estudiando un ciclo de grado medio, con intérprete, pero «hubo que pelear mucho para conseguirlo, y lo logré gracias a la Asociación de Nais e Pais de Nenos Xordos», explica. En su opinión, quedan muchas barreras por derribar en la sociedad, sobre todo sensibilizando a la gente. Y eso, explica, debe hacerse en la educación, desde niños. Cuando se le pregunta si debería enseñarse en las aulas lengua de signos, tal y como se aprenden otros idiomas como el inglés, lo tiene claro: «La religión puede aprenderse en casa. En su lugar, en clase podrían enseñar cómo es la vida de una persona ciega o sorda, porque hay mucho desconocimiento».
Brais empezó los estudios en un colegio de oyentes. «La integración fue sin medios, a saco, sin intérprete, pero tengo buenos recuerdos de esa etapa», cuenta. Primaria fue diferente, pues pasaba unas horas en clase y otras con un profesor de apoyo, «y cuando todos los niños iban a jugar por las tardes, yo me tenía que quedar en clases de refuerzo un par de horas». Lo que marcó un antes y un después para este lucense fue el paso por el colegio de sordos de Santiago, un par de años: «Allí aprendí la lengua de signos y entendí que yo era sordo, comprendí esa diferencia porque hasta entonces no conseguía identificarme», recuerda.
De este modo, relata que su día a día «es muy sencillo, yo no me siento sordo en mi casa, la tengo adaptada. Por ejemplo, mi despertador es el móvil en modo vibración. Las barreras están en las emergencias, si, por ejemplo, hay un incendio en casa, si me roban, si me pongo enfermo...», matiza. Además, es usuario de Asorlu, sobre todo del servicio de intérpretes. Esto es lo que habría que potenciar, cuenta. «Debería existir un sistema de emergencias. Sin ir más lejos, el otro día se me averió el coche y tuve que llamar a la grúa. Pude hacerlo porque venía un amigo conmigo y telefoneó él. ¿Y si estoy solo? ¿Qué hago? No tengo la misma independencia que el resto», dice Vila.