Los come, literalmente, si los agarra en el fango, pero muchos más se traga, en el sentido del modismo. Porque la nutria es muy señalada como saqueadora del río (que, por cierto, es su casa) en un trío odiado por bastantes pescadores: nutrias, garzas y cormoranes. Desde luego, querencia les tiene a los salmónidos, manjar más delicioso que los sapos, pero los defensores de la lontra suelen argumentar que si ella está, es que el río fluye sano. Y eso también debería interesar a los cañistas. Que el río aún pueda llamarse río.
La nutria es juguetona, inteligente. Recuerdo que la piscifactoría de la cabecera del Eo, en Ribeira de Piquín, debía guardar bajo siete llaves sus salmones. Es un carnívoro que ha sabido adaptarse y el biólogo Rafael Romero demostró su expansión por la costa. Yo a veces me la cruzo, tan pancha -al alba o al anochecer, incluso en pleno día- en el pantalán de Celeiro (Viveiro) cazando adormilados mújoles. Es una gozada verla.
La nutria come además anguilas, culebras, ciprínidos invasores, ratas o desmanes, seguramente truchas enfermas, menos espabiladas que las sanas. Y la recuperación de sus poblaciones -maltratadas antaño por la caza, por los embalses y la contaminación- se apoya en su consumo de cangrejo americano, una peste en ríos y lagunas. Por tanto, algún «bien» hace.
El biólogo Martiño Cabana habla de «conflictividade errónea. Din que agora hai máis lontras e iso provoca que haxa menos troitas. Non é correcto. A introdución do cangrexo americano provocou un descenso das troitas porque o cangrexo depreda sobre as postas. Sen embargo, para a lontra foi bo, xa que ten unha fonte de alimento abundante e moi fácil de atopar. En realidade, a lontra está a baixar o número de cangrexos nos ríos o que beneficia ás troitas. Lonxe de ser culpable, é un aliado dos pescadores».