Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Honorato Fernández, farmacéutico y alcalde de Lavadores

Gerardo G. Martín

FIRMAS

Cambió el emplazamiento del mercado en perjuicio de su propio negocio

13 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Nuestro personaje era descendiente de un natural de Covelo, José Fernández Domínguez -casado en su día con Ramona Míguez-, que había caminado desde su pueblo hasta Vigo, para tomar un barco y hacerse emigrante en Brasil. Un negocio humilde en sus orígenes le permitió prosperar y cumplir la ilusión de su vida: que todos sus hijos estudiaran, y en los mejores colegios.

Mejor posición tenía de partida la familia de los Feijoo, de los que Ramón era comerciante acomodado en Redondela y estaba casado con Veva Alfaya, hija de un abogado de prestigio, Fermín Alfaya. Vinculados al pazo Posadouro, que en origen perteneció a Fernando Alfaya, que llegó a ser subsecretario de Instrucción Pública y presidente del Ateneo de Madrid. El político dejó en herencia el Posadouro a su hermana Maruja, casada con el empresario vigués Enrique Lorenzo, cuyos descendientes conservan aquella propiedad.

Las dos familias entroncaron a través de Honorato Fernández Míguez y Blanca Feijoo Alfaya, que llegaron a contraer matrimonio en Redondela. Él sería farmacéutico y tendría establecida la botica en el arranque de la calle de Sanjurjo Badía, en los números pares, junto a una zona por entonces de gran prosperidad, como era Guixar.

Por entonces estaban instalados a dos pasos Mauro Alonso -alcalde de Vigo en los años veinte-, cuyo chalé estaba situado en lo que hoy es el Colegio de las Calasancias; García Sampedro, padre de los García Picher; la fábrica de conservas de los Gándara y Haz y el almacén de huevos de González Gimeno y otros negocios de prestigio.

Honorato Fernández, que parece llegó a ser delegado gubernativo durante la dictadura de Primo de Rivera, sería elegido alcalde en 1924, puesto en el que permaneció hasta 1929. Sus realizaciones más importantes fueron el mercado y el cementerio, además de imponerle a una calle el nombre de doctor Corbal. Cesáreo Corbal, humanista y generoso, era admirado por los menesterosos, a los que ayudaba, y respetado por los poderosos. Menos acuerdo hubo en su entorno con relación al mercado, que Fernández Míguez alejó sensiblemente de la farmacia, con lo cual parecía seguro que perdería clientes.

El tiempo vino a darle la razón a los que cuestionaban la decisión del profesional. Al cabo de los años, agotado el esplendor de Guixar, su hijo José Ramón -casado con María Teresa Herrero Canda- estableció su botica, en busca de clientes, al lado del Colegio de Bellavista, que atiende su hija Marta. El hijo pequeño de Honorato Fernández es el único que no ha enviudado. Los otros son Honorato, ginecólogo jubilado, que estuvo casado con María del Carmen Souto Vázquez, farmacéutica; Blanca, que fue agregada de Lengua y Literatura en el instituto de Santo Tomé de Freixeiro, viuda del serígrafo Álvaro Álvarez Blázquez y María de los Ángeles, viuda del industrial José Gómez Aller de la Vallina.

En el entorno del farmacético-alcalde han quedado registrados varios casos de protección durante la guerra civil de varias personas de izquierdas, que probablemente salvaron la vida. Profesionalmente fue directivo del Colegio Farmacéutico, a partir de 1942, formó parte de la cooperativa Centro Farmacéutico Gallego y estaba entre los fundadores de Cofano, junto a otros profesionales de prestigio, entre ellos Luca de Tena, Crespo o Fernández del Riego. También había sido inspector farmacéutico en Lavadores y luego trabajó en el Laboratorio Municipal, en Vigo.