José Ramón Fontán, el alcalde que consiguió el agua del Oitavén

GERARDO G. MARTÍN VIGO / LA VOZ

FIRMAS

ESCANEADA

Fue largos años secretario del Náutico y presidió la Cruz Roja

11 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

J osé Ramón Fontán González (Mos, 1915-Vigo, 1996) fue el alcalde de Vigo que tuvo la clarividencia necesaria para adquirir, en los años 60, los derechos de captación del agua del río Oitavén para suministrar a la ciudad olívica, terminando así con los cortes de agua veraniegos.

Alumno de Bachillerato del que fuera prestigioso centro vigués Colegio Cívico Militar de María Auxiliadora, se licenció en Derecho por la Universidad de Santiago en 1932 y perteneció al Colegio de Abogados desde 1942, pero hasta 1944 no pasó a ser letrado en ejercicio. Aplicó sus conocimientos fundamentalmente en la administración de los cuantiosos negocios familiares y actuó sobre todo como abogado de oficio.

Más de década y media secretario del Real Club Náutico, al margen de su paso por la Alcaldía, a la que luego nos referiremos, tuvo una presencia muy activa en la vida social y representativa viguesa, además de ser secretario largos años de los consejos de administración de Tranvías Eléctricos de Vigo, S.A. y Tranvía Mondariz-Vigo, S.A. Gran aficionado a los deportes náuticos, lo que hizo que se le nombrara presidente de honor de la Federación Gallega de Vela y socio de honor del Monte Real Club de Yates de Baiona, entre otras distinciones. Completó su interés por la náutica con abundantes artículos periodísticos, que firmaba con un seudónimo tan marinero como Codaste. También fue presidente de la Cruz Roja local entre 1978 y 1984.

Nombrado alcalde de Vigo en 1963, el primero de junio de aquel año tomó posesión del cargo. Hombre profundamente religioso, era muy frecuente su presencia en la iglesia de María Auxiliadora, donde oía misa con los salesianos. En día tan señalado quiso cambiar y acudíó a la entonces Colegiata, para encomendarse al Cristo, acompañado de su esposa, María Rosa Domínguez Alonso y de su hija mayor, Rosa María, en tanto el resto de su numerosa prole hacía la vida de cualquier otro día, acudiendo al colegio. También reservó unos minutos, antes de su toma de posesión, para pasar por el Real Club Náutico y despachar algunos documentos pendientes.

Un mandato de 15 meses en la Alcaldía, con un buen balance. En el Ayuntamiento nuestro personaje sustituyó a Salvador de Ponte y Conde de la Peña, un militar fallecido recientemente que había ocupado la Alcaldía, en tanto cubrió la interinidad hasta su llegada Alberto Varela Grandal.

Fontán no sólo tuvo un recuerdo para sus predecesores inmediatos, al hacerse cargo de la vara de regidor sino también para el que calificó como su maestro de prácticas en el foro, Adolfo Gregorio Espino, que además había sido primer regidor en su momento. Terminó Fontán su intervención al modo que invocaban los capitanes de nuestros veleros: «¡En nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que por la intercesión de Nuestra Señora Santa María, el Santísimo Cristo de la Victoria me valga!».

Su mandato fue breve, de 15 meses. En ese período, además de la importante gestión del Oitavén, se ocupó de la planificación urbanística viguesa y de sentar las bases para la construcción de algunos centros escolares. En paralelo, fue procurador en representación de los municipios de Pontevedra desde noviembre de 1963 a septiembre de 1964. Cuando cesó en el Ayuntamiento, Hoja del Lunes, el semanario de los periodistas, dijo que había sido «una figura noble y campechana de alcalde», pero también que «su dignidad personal no le consintió soportar las posiciones de la intriga y de la deslealtad».

Fue también experto en Cristóbal Colón. Era un apasionado de la historia y experto colombófilo, como persona especialmente interesada en el descubrimiento de América y sus protagonistas. Fontán y su esposa María Rosa Domínguez Alonso tuvieron ocho hijos: la citada Rosa María, Cristina, José Ramón, Manuel, Jacobo, Roberto, Carlos y Miguel, que ocupan importante lugar en la sociedad viguesa.

memoria de vigo Por Gerardo G. Martín

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