Sentarse a su lado y escuchar las mil y una anécdotas que relata con esa entrañable mezcla de pasión y candor mientras juguetea con una servilleta entre los dedos ya sería suficiente. Pero si después uno aún tiene la inmensa fortuna de disfrutar de los platos que esas mismas manos crean con infinito cariño en El Combatiente, el placer ya resulta indescriptible.
Manuela Fernández es memoria viva de O Grove y escucharla supone toda una lección de vida. Sus padres abrieron el restaurante en 1932. Manuela nació en el 40 y se crio bajo el mostrador. «Allí me tenían en una cunita», recuerda. Con tres o cuatro años, y luciendo impecable delantalito blanco con puntilla, Manuela ya colocaba las cestas del pan en las mesas de El Combatiente. A cambio recibía unos céntimos de propina y la sonrisa de su madre, que la esperaba en la cocina. Hoy, con 72, Manuela sigue atendiendo personalmente esas mismas mesas y sigue agradeciendo la sonrisa complaciente, esta vez de sus clientes.
Pocas cosas han cambiado en El Combatiente en todas estas décadas. El comedor sigue manteniendo ese aroma añejo y confortable de las casas de comida de siempre. Y la cocina, nada más entrar, a la vista de todos. Porque allí no hay nada que esconder.
Al Combatiente se va sin prisa. Allí todo se prepara en el momento. Para abrir boca, nunca falta un escabeche casero de mejillones o de chicharritos, alguna empanada recién hecha -la de xoubas y la de merluza resultan indescriptibles- o algún marisco, siempre de la ría y servido aún templado, lo que hace aún más intenso su sabor.
Es la cocina de El Combatiente una cocina popular y marinera que nace de la sabiduría heredada por Manuela a la hora de preparar los guisos de pescado, la sublime empanada, las sardinas rellenas -delicatesen exclusiva de la casa que requiere de encargo previo- o los perfectos arroces. De hecho, Verónica, valenciana de pro, no perdona su visita a El Combatiente nada más pisar tierras gallegas. También son o fueron asiduos de la casa Mariano Rajoy -quien llegó a citarlo como su restaurante favorito en una estrevista publicada en 2007-, José María Aznar, Julio Iglesias o Raphael. Pero ninguna foto de ellos decora las paredes. Forman parte del álbum personal de Manuela, un álbum que en parte se muestra al final de la carta y que guarda esencias de otro tiempo, la memoria en blanco y negro de toda una vida detrás de un delantal.
Interminable sería la recua de platos que nos seducen de cuantos salen de la cocina de El Combatiente. Si tienen la previsión de encargarlo no se priven del magnífico salpicón de buey o de bogavante, de un impresionante marmitako o de los calamares rellenos. Mención aparte merecen los pescados, siempre salvajes. Setenta años en O Grove propician una más que directa relación con las gentes del mar que surten a la casa. Pescados que en el plato se presentan guarnecidos con verduras de la huerta familiar.
Pero no debe el visitante olvidar dejar un hueco para el disfrute del postre. Son de los que ya no se hacen. Elaborados de forma absolutamente artesanal y tradicional con los huevos de casa. Sobresalientes son las filloas e indescriptibles las mermeladas caseras -de frutas o de cabello de ángel- con las que se acompañan. El arroz con leche, la tarta de roscón, la leche frita, el tantas veces descuidado brazo de gitano o la empanada de manzana alcanzan en El Combatiente una desconocida dimensión.
Esa que tanto nos cautivó y que hace que una y otra vez sintamos la necesidad de volver.
FICHA
LOCALIZACIÓN
Calle do Corgo, 10. O Grove. Tlf. 986 730 741
FUNDACIÓN
Año 1932
CIERRA
En invierno, los martes. Y desde el puente de la Constitución hasta principios de febrero
MENÚ PARA DOS
Pulpo encebollado; vieira al horno; empanada casera; sanmartiño al horno, tarta de almendra y filloas. Precio por persona: 30 euros (bodega aparte)
EN CLAVE PERSONAL
EL NOMBRE
Nada tiene que ver con conflictos bélicos. «Le empezaron a llamar así porque cuando mis padres lo abrieron servíamos la cunca de vino 20 céntimos más barata que los demás. Y de ahí le vino lo de El Combatiente. Pero en mi familia lo único que combatimos es el apetito».
JUBILACIÓN
Es palabra maldita para Manuela. «Para mí el restaurante lo fue todo. Mi escuela y mi vida. El día que me falte, me muero».