
Las minas de Aios conservan la memoria y alimentan la leyenda
28 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Bajo la superficie verde y agreste de Aios, en Sanxenxo, descansan filones de casiterita; un mineral de extracción milenaria con el que se obtiene el estaño y que, además, suele ir acompañado de otra sustancia muy demandada: la «wolframita».
Jorge García, responsable de la Revista de Adina, destaca que en la historia de las minas de Aios -cuya memoria persiste gracias al trabajo del investigador Victoriano Otero- se confunden leyenda y realidad. El mito habla de la pegada de los nazis, que -en efecto- tuvieron una notable presencia en los subterráneos de una Galicia fértil en wolframio.
Sin embargo, la historia pone nombres y apellidos a una experiencia que arrancó en 1947, cuando se descubrió una «gran concentración de casiterita» que se extendía, desde Aios, en varias direcciones: A Lanzada, Monte Faro, Adina... Incluso se localizaron en la isla de Ons «filóns da mesma estructura» que los de Sanxenxo, tal y como recoge Otero en el texto publicado por la citada revista.
El inicio de la explotación
No será hasta 1949 cuando comience la explotación industrial del yacimiento. Y a lo largo de una década, tres empresas extraerán mineral del corazón de Aios, a donde se traslada gente de toda la comarca en busca de trabajo. De la mano de la mina también llegan la luz eléctrica y la comunicación por carretera, que conectan con el mundo un enclave aislado y rural.
En una época en la que aún se notaban las miserias de la Guerra Civil, la mina ofrecía un sueldo al que se aferraban muchos.
Y una de estas personas es Elvira Vidal Chan, de 78 años y oriunda de Aios. En 1951, con tan solo 17 años, empezó a trabajar en el lavadero, donde se cribaba el material que se enviaba a la central que «Metalúrgica del Noroeste» tenía en Carril para proceder al fundido del estaño. «Tiven que deixar as minas porque enfermei, estaba todo o día entre auga e había moita humidade. Se querías ter saúde tiñas que deixalo», asegura Elvira, que cobraba «22 pesetas» mensuales por un trabajo «máis que duro».
A lo largo de la década de los 50 la actividad fue creciendo, hasta el punto de haber 150 personas trabajando en la extracción del mineral.
Una vida bajo tierra
Los vecinos también recuerdan con amargura el único episodio mortal: «Sería no 52 cando morreu un rapaz novo, que era de aquí de Aios. Desmoronouselle a terra enriba. E iso que era unha zona que se sabía que non aguantaba», señala con precisión historiográfica Elvira.
Gracias a la prolija investigación de Victoriano podemos poner nombre al único fallecido en las minas: Antonio Prieto Varela, un joven que apenas contaba 21 años cuando la tierra lo tragó. Al yacimiento tampoco le quedaba mucha vida. Después del cierre, las instalaciones se utilizaron para procesar la escoria de la metalurgia. Y en los 80 llegó el abandono total, el ocaso de los tiempos de la casiterita.
la explotación minera en aios, sanxenxo
«Tiven que deixar as minas porque estaba todo o día entre auga, había moita humidade»