Impresiona charlar de forma distendida con alguien al que llaman maestro. «Oficialmente sí, cuando se trata de trabajo, pero en la vida real soy Víctor, Pablo o Víctor Pablo», comenta este burgalés de 58 años que ya hace 20 aterrizó en A Coruña para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Galicia. Es un hombre ordenado y meticuloso que asegura que «afortunadamente» sabe desconectar. Le apasiona leer. «La novela me relaja y me hace volar», dice. Le gusta la cerveza. Uno de sus hermanos, Ángel Javier, es nefrólogo en el hospital Xeral de Vigo. Su mujer falleció hace cuatro años. Tiene una hija de 21 que estudia Derecho en Tenerife. «El novio es de Gran Canaria. Ya lo conozco. A ella le gusta la música, pero no tanto la clásica. Cuando era una niña relacionaba la palabra música con ??mi padre se va??. Siempre estaba viajando», comenta el maestro, quiero decir, Víctor Pablo.
La muerte de su padre
En la cafetería Veracruz de Picavia hay mucha gente. Pide un sándwich y café. Son las seis de la tarde. Quedó a las siete y media con el gerente de la Sinfónica (del que se deshace en elogios) para ir a ver un concierto de jazz. No acostumbra a hablar de su vida privada. Cuesta sacarle del pentagrama. Está viendo casas por Madrid porque la próxima temporada tomará posesión como director artístico y titular de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. «Allí viven mis padres y ahora les hago falta. Es un nuevo reto. Tiene 1.800 abonados», asegura. Vuelve a la capital de España en condiciones muy distintas a las de hace medio siglo. Su padre murió cuando Víctor Pablo tenía 7 años y «no dejó nada. Cero. Nos tuvimos que ir a Madrid a un piso de 35 metros cuadrados cerca del puente de Vallecas en el que vivíamos siete personas», recuerda. Son cinco hermanos, tres del primer matrimonio de su madre y dos del segundo, y se llevan muy bien. La necesitada familia aceptó la propuesta de los dominicos de formar a aquel talentoso niño en un colegio interno de León. De aquella etapa no todos son buenos recuerdos, pero fue el lugar en el que «descubrí que la música me atrapaba».
Deporte con los brazos
«Me siento más coruñés que burgalés y ya he adquirido la capacidad de contestar preguntando», apunta sonriente. Utiliza el ordenador aunque no se ve dirigiendo los conciertos con el iPad. «Prefiero el papel». La única actividad deportiva que practica es cuando dirige. «Hago deporte al mover los brazos», asegura. Como los directores no se jubilan, dice que ha dejado el plan de pensiones. El café hace tiempo que se terminó y se está haciendo tarde. Antes de la despedida hablamos de la maldita crisis. Víctor Pablo abandona la actitud relajada: «Los recortes son como las bombas de racimo, no sabes dónde van a explotar».
«Los recortes son como las bombas de racimo»