
El investigador local Adrián Abella recopila la toponima de las islas de Malpica
17 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Las Sisargas son las islas de la corona de la Costa da Morte, un trono que seguramente las Lobeira de Corcubión no tendrían problema en compartir. Por historia, paisaje, recursos de superficie y submarinos (la entidad Océana destacó la riqueza de sus fondos), este archipiélago es uno de los más valorados de Galicia. Tanto que, en 1998, figuraba en el proyecto del Parque Nacional de las Illas Atlánticas, del que finalmente quedaría desligado meses más tarde.
Son las tres Sisargas (Grande, Chica y Malante) islas afamadas, conocidas en la Costa da Morte, con un perfil variado que se aprecia desde numerosas ubicaciones: el Pico de Meda, en rumbo norte; la playa de Razo, o el litoral malpicán, especialmente desde el alto de San Adrián. Sin embargo, ese conocimiento suele quedarse en la superficie. Y la riqueza también existe en cada una de sus furnas, acantilados, coídos, salientes, olgas, meixóns o ribeiras. Los marineros, sobre todo los percebeiros, han bautizado sus rincones durante décadas, probablemente siglos. Y esa toponimia, rica como los bosques de laminarias en los que habitan las colonias de lubinas o rascacios a 30 metros, se ha ido perdiendo con el paso del tiempo.
Por suerte, el trabajo de investigadores aficionados como Adrián Abella Chouciño, impulsado desde una Cova Céltica (actividad cultural de rescate de la historia local) impedirán ese olvido. Abella acaba de editar un trabajo, accesible a través de Internet, que recopila las principales denominaciones de las islas, en torno a medio centenar. Ha sido posible gracias a la colaboración y la memoria microtoponímica de «lobos de mar» y percebeiros como Francisco Montes, José Barizo Chouciño, Secundino Cuevas Chouciño, Jesús Verdes Fariña (Chucho de Carliños), Jesús Graña Blanco o José Blanco Haz (José do Tío Moro). Tras muchas horas de conversaciones y apelaciones a la memoria, los rincones de las Sisargas fueron saliendo a flote y, con ellos, la seguridad de su pervivencia. Abella Chouciño también se ha ayudado de diversos diccionarios específicos o de los estudios de Cabeza Quiles para la mejor comprensión del significado de cada punto.
Entre los lugares rescatados los hay y menos conocidos. En el primer caso se sitúa, con diferencia, O Brance, a escasos metros del pequeño muelle o portiño, un lugar de acceso, descanso y abrigo, que «salvou vidas» cuando llegaban los temporales y había que refugiarse con urgencia, sobre todo en tiempos en los que las embarcaciones eran a remo a a vela, cuando se producían los llamados «abanos da illa», especie de temblores provocados por los fortísimos vientos (también paraban los piratas holandeses). El profesor Xelucho Abella, hermano del autor, ha escrito mucho sobre este y otros temas, y también sobre los mitos del mar, en la senda de Marcial Gondar o Carmelo Lisón Tolosana.
Hay otro punto célebre: O Talieiro, donde se situaba el vigía para ver pasar a las ballenas e ir a por ellas. La tradición ballenera dio a las Sisargas fama europea.