
En Compostela Charo Barca no necesita presentación. Santiaguesa de pro, de ascendencia, de nacimiento, de estudios, de vida profesional y de corazón. Tanto, tanto, que le encanta la lluvia. Nació, casi de paso, en la rúa de San Pedro. Fue una pequeña transición del casco histórico, en donde generaciones de los Barca vivieron en la rúa Nova, al Ensanche, una zona que vio nacer y crecer.
Tenía nueve meses cuando sus padres se instalaron en Fernando III. Y desde esa atalaya vio desarrollarse la ciudad. «Me acuerdo muchísimo de esa calle, porque no había nada después, estaba el campito, en donde jugábamos, y la vista llegaba hasta Conxo porque no existía Santiago de Chile ni nada enfrente».
Desde luego, para su padre, que se había criado en la rúa Nova, el cambio fue llamativo, «fue trasladarse a una zona totalmente diferente, en expansión, construyendo edificios, los veíamos nacer de un día para otro, era impresionante», recuerda Charo. Al final, los juegos de la infancia y los buenos momentos vividos la han hecho «muy de zona nueva». «Todo en general lo he vivido aquí, tenemos nuestras amistades, relaciones, íbamos de pequeñas al campus a patinar, al parque de Ramírez, al aula de cultura de Frei Rosendo Salvado...».
Llegó el colegio y se convirtió en chica del Pío XII. En abstracto, porque edificio, con sus pilares y tejado, no había. «Soy del Pío XII del principio, y eso marca mucho». Marca porque muchas de las alumnas de entonces siguen teniendo contacto y se han quedado en Santiago. Y marca también porque al no haber edificio físico, las alumnas de este centro visitaron medio Santiago durante la EGB.
Pasaron por la sede del Rosalía de Castro, el Seminario Menor, la actual Facultade de Relacións Laborais y el ahora edificio administrativo de San Caetano, en donde estaba el instituto Xelmírez. «Durante la EGB me recorrí medio Santiago», resume Charo. Al final, mientras muchas de sus compañeras iniciaban el BUP en el Rosalía, femenino, ella decidió ir a un instituto mixto, el Xelmírez, que además se había trasladado al campus y le quedaba más cerca de casa.
De vocación decoradora e interiorista, inició estos estudios en la escuela Mestre Mateo, pero a los 18 años conoció a un joven empresario que la convenció, no solo para casarse con ella unos años más tarde, sino para adentrarse en el mundo laboral. Nació así, junto al que hoy es su marido, Antonio Carballal, la primera agencia de azafatas de congresos de Galicia. «Empecé a trabajar con 18 años, pero fue una etapa preciosa, la empresa fue creciendo e hicimos muchísimas cosas».
El pazo de San Lourenzo
En 1993 llegó la joya de la corona a la vida profesional de Charo. La familia propietaria, los duques de Soma y de Medina de las Torres, le ofrecieron el pazo de San Lourenzo para organizar eventos y cuando lo vio por primera vez no lo dudó. «Le dije a Antonio, ¡cómo no vamos a coger esto! Era maravilloso, por su historia, el edificio, la familia». Nació así uno de los proyectos más pujantes de Compostela, con organización de bodas, eventos, fiestas o celebraciones especiales. Desde el 2002, además, aportan su propia cocina con el chef José Manuel Ferradás al frente. Son tiempos duros los actuales, «pero nosotros seguimos haciendo bodas y actos magníficos, así que no me puedo quejar».
Pero si de un proyecto está orgullosa Charo Barca es de la Fundación Andrea. Su hija, que padecía parálisis cerebral, falleció en el 2003, tras ocho años de pelea interminable «intentando que su vida fuese lo mejor posible». Tras ese momento trágico, Charo decidió no quedarse con los brazos cruzados. En el 2005 le planteó a la directora de la escuela Camilo José Cela del Hospital Clínico, Ruth Gómez, la posibilidad de organizar una cena benéfica para recaudar dinero para los padres que tienen que hacer frente a terapias y viajes cuando sus vástagos sufren enfermedades crónicas o terminales.
Fue un éxito y nació la fundación, que además de poner a disposición dos pisos en Santiago para que los padres puedan quedarse cuando sus hijos pasan largas temporadas en el Clínico, les facilita tratamientos de fisioterapia, musicoterapia, terapia familiar, hidroterapia. Lo último, el proyecto para dulcificar las instalaciones comunes pediátricas del Clínico para que sean lo más agradable posible a los pequeños. Y es que si algo le sobra a esta compostelana son proyectos e ilusión.
Charo Barca Fernández
43 años
Empresaria
«Porque llevo la mitad de mi vida vinculada a él, al pazo de San Lourenzo. Si tengo que hacer un balance de donde paso más horas, creo que sería aquí. Incluso más que en mi propia casa».