
Su único hijo, Nacho, tiene 6 años y le gusta decir: «Mi papá es campeón del mundo». «El chaval ve los trofeos y las fotos en casa, pero no soy de los que está todo el día poniéndole vídeos. Si me pregunta, yo le enseño», comenta Facundo Salinas, de 41 años, nacido en Mendoza, Argentina, a 1.160 kilómetros de Buenos Aires. El legendario exjugador del Liceo, ahora próspero empresario del sector textil, celebra este año que hace dos décadas que pisó A Coruña por primera vez. «Llevo más tiempo en Europa que en mi tierra», destaca. Quedamos en el café Continentale de la calle del Padre Feijoo. Sigue lloviendo. «Nunca había visto llover tanto. Llegué un mes de octubre y hasta abril no paró», recuerda. Me muestra orgulloso la foto del pequeño Nacho. «Hoy en día la prioridad es mi hijo», asegura. Sigue pasando con el dedo fotos que conserva en el iPhone y se detiene en unas en las que aparece ataviado con el traje de neopreno en una cala de la Costa da Morte adonde fue a practicar surf. «El mejor plan es un día de playa con amigos, la pena es que hay pocos», se lamenta.
Pádel cien por cien
No ha cambiado mucho desde que estaba en activo (se retiró en la temporada 2005-2006). «Estoy en el mismo peso que cuando era profesional del deporte. Quizá dos kilos más. Lo que sucede es que antes era una bestia, estaba cachas. Entrenaba todos los días tres horas», apunta. Dice que no es de salir por la noche, no le va, y que cuida su alimentación de lunes a viernes y deja los caprichos para el fin de semana. «Hace unos días preparé un asado para 30 personas. Compro carne argentina, chorizo, molleja y el lomo alto del buey irlandés», informa. Abandonó la costumbre del mate porque es algo que es necesario compartir con más gente. «Tomarlo solo no es agradable», dice. Cuando dejó los patines se pasó al golf, pero como no descargaba la adrenalina suficiente probó suerte con el boxeo, pero necesitaba un deporte de equipo. «Ahora estoy cien por cien en el pádel. Juego en el Club de Tenis. He mejorado bastante en los últimos tiempos, aunque excepto un campeonato que gané con mi mujer...», destaca sonriente.
Alcanzar objetivos
Se define como muy sencillo, muy familiar. Conoció a su mujer, Mónica, en 1995 «por casualidad. Nos presentó una amiga común y nació todo», rememora. Se casaron una noche de San Juan. Además del hockey, desde siempre se ha sentido atraído por el mundo de la moda. «El presidente del primer equipo en en que jugué en Europa, en Italia, hacía trajes y ya me interesé por su trabajo», recuerda. Aterrizó en A Coruña y como le sobraba tiempo empezó a profundizar en este sector y desde hace años dirige una empresa textil. «Nos dedicamos al punto circular. Fabricamos en Portugal vestidos, sudaderas y camisetas y vendemos a grandes marcas. Le dedico muchas horas al trabajo, pero no me agobia. Todo lo que sea optimismo forma parte de mi ADN. Llevo años renunciando a cosas para alcanzar objetivos. La crisis la sufrimos todos. Hay que ir poco a poco y meditar bien las cosas», analiza.
Un coruñés más
Dice que, debido a su origen, está acostumbrado a vivir situaciones económicas como la actual, pero «esta es la peor que he vivido. En dos o tres años se va estabilizar, pero lo más preocupante es el estado anímico de la gente», analiza. Lo que son las cosas, ahora parece que su país va mejor que nosotros. «Argentina está a punto de pegársela otra vez», asegura. Facundo ya es un coruñés más y se siente muy a gusto en la ciudad en la que lleva media vida. Quién sabe si algún día Nacho Salinas seguirá el exitoso camino deportivo de su padre.