
Emigrados de niños a Argentina, regresan 60 años después a su aldea en Antas
04 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.La emigración gallega ha llenado de sentimientos a flor de piel buena parte del mundo. De ellos surgen historias de amor como la de la familia Castro-Villaravid, de Funsín (en la parroquia de Árbol, en el concello lucense de Antas de Ulla), una de tantas que en los años cincuenta tuvo que cruzar el Atlántico para buscar una vida mejor en Avellaneda (Argentina). Dos de los hermanos emigrantes que entonces tenían 9 y 17 años, José y Georgina Castro Villaravid, hoy son adultos jubilados que siempre llevaron en sus corazones su aldea natal.
Hace 13 años, las hijas de Georgina, Isabel y Betty, prometieron regalar una Virgen de Luján, patrona de Argentina, a Funsín. Adquirieron una talla en madera, Georgina confeccionó la manta con piedras semipreciosas y la bendijeron en la catedral de Luján (Buenos Aires). No fue hasta hace unos días cuando Georgina pudo viajar de Argentina a España con la virgen. Ella, su hermano José y su mujer Mabel Leonor Núñez -que viven desde hace ocho años en Madrid con sus hijos- emprendieron este viaje a sus raíces.
«En Galicia me siento como un chaval, como un "pequeno" -explica José-. Cuando entré en la casa familiar, vi todo tal cual lo recordaba: el pote y la lareira, se me pusieron de punta los pocos pelos que me quedan». Lo que no recordaba eran las aldeas tan despobladas, «algunas son casi fantasma». Opina que «Galicia cambió mucho, pero también Argentina, por culpa de los políticos», y al nuevo papa lo ve como una persona «capaz de unificar la Iglesia» y volcado «con los más pobres».
Regreso a su infancia
Los cinco días que pasaron recorriendo los espacios de su infancia (Funsín, Frádegas, Santa Mariña, Monterroso, Palas, Antas...) fueron inolvidables: «Los familiares y vecinos se acordaban de nosotros, nos agasajaron, intercambiamos lágrimas... los gallegos son los que mejor reciben a la gente». Allí se reencontraron con sus tíos Ángel Pazos y Esther Villaravid, con sus primos y con viejos amigos.
Además, Georgina pudo cumplir su sueño y el de sus hijas. En la misa del Domingo de Ramos leyó un discurso e hizo entrega a la parroquia de la virgen. Alejandra, hija de José, explica que creen que la virgen es milagrosa «y protegerá a nuestros paisanos. Para mi tía y mi padre este gesto supone regalarle a su aldea el amor que le tienen materializado en la talla de la virgen y no olvidarse jamás del lugar donde nacieron. Y así... ir cerrando caminos; mi tía con 79 y mi padre con 71, se sintieron niños por unas horas».
José ya había visitado a Galicia en dos ocasiones anteriores. «Las vueltas que da la vida. Yo pensé que nunca volvería a España, pero se vinieron mis hijos, por trabajo, y mi esposa y yo, jubilados, los seguimos para que la familia no quedase dividida. Pero el viaje no tuvo nada que ver. Cuando me fui a Argentina en 1951 tuve que hacer 16 días en barco, y en el 2004 nos pusimos en Madrid con 12 horas en avión», recuerda.
Fue en 1950 cuando Ramón Castro Vidal y María Divina Villaravid Miguélez y dos de sus cinco hijos emigraron a Argentina. Los otros tres esperaron año y medio en Antas hasta que Ramón juntó el dinero para reunir a la familia completa en Argentina. «Mi padre siempre echó de menos Galicia, aunque para él Argentina fue un paraíso; pero eso era porque trabajó muchísimo, era un fenómeno», dice José. Era un hombre entre dos patrias. Creyó que nunca volvería a España, pero en 1978 sus hijos les regalaron un viaje a Galicia: «Estrenó un Boeing 747 en septiembre y pudo reencontrarse con sus parientes. Al regresar a Argentina dijo que había disfrutado de su tierra, pero que nunca más volvería a verla. Murió dos meses después».